Esta historia de amistad, superación y aventura fue publicada hace tiempo en varios medios digitales y una revista. Desde entonces circula incluso por internet en el seno de algún blog. Ha sido “fusilada” sin ningún pudor aunque conserva misteriosamente la firma. Había pensado volver a escribirla, aglutinando lo que ocurrió a principios de la década de 2000 en esa preciosa montaña, pero al releer lo plasmado pensé que no quedaba nada por añadir pues lo que ocurrió, y lo que sentí, es lo que aquí aparece. Solo puedo hacer una pequeña disección final al modo en que ciertos autores comentan sus artículos compendiados en libros, o dedican un capítulo adicional en la reedición de estos. Por supuesto no es ninguna maravilla de la literatura de montaña, pero se trata de un relato sincero, colmado de sensaciones, que pretende huir del clásico contenido inaccesible para los no practicantes: el grado. Espero que, a pesar del tiempo que ha mediado, el artículo te guste. Ten la convicción de que si tuviese que redactarlo de nuevo las palabras serían parecidas y los sentimientos idénticos. ¡Ahí va! PIOLA-STEINER AL CERVINO. UNA HISTORIA... ¡DE NARICES! En su libro Estrellas y Borrascas Gaston Rébuffat la definió como "un maravilloso montón de piedras". Y, siendo cierto, eso solo se nota al mirarla muy de cerca. Desde el valle la gran mole del Matterhorn es esbelta, gallarda, y merecería, con permiso de otras elevaciones de los Alpes, ser la más alta de la cadena. Rébuffat acertó: es maravillosa; y por ello ha pasado a ser un símbolo, el de la montaña de formas perfectas que da la vuelta al mundo en filmaciones y publicidades. Tal vez por su enorme parecido a la montaña que todos dibujamos cuando somos niños. VOLVER A SER UN NIÑO De pequeños soñamos con hacernos mayores y, como en una burla a la vida, al llegar a cierta edad deseamos lo contrario. Nos encantaría evitar el paso del tiempo, en ocasiones incluso volver atrás, pero sin desprendernos de lo vivido, de lo aprendido. Menos aún de la inocencia. Del mismo candor que nos hace seguir siendo criaturas que se sorprenden con un amanecer; el que nos hace imaginar que cabalgamos aristas, que pisamos la cumbre de una montaña, o aquel que hace apasionarnos por algo hasta el extremo de obsesionarnos. Jugar a ser alpinista es volver a la niñez imaginando que algo es posible. Abstraerse de la vida diaria, del trabajo, de las presiones, de las obligaciones en forma de hipotecas, letras e impuestos… Igual que esos mocosos que salen de clase con la mente mientras su cuerpo sigue en el pupitre y vuelven a la hora del recreo con nuevas ideas en forma de juegos e ilusiones que compartir. Así nos pilló el destino un buen día de enero, afortunadamente sin profesora a la vista, a los dos críos que éramos Xavi y yo. Un día en que con los ojos muy abiertos y cara de asustados sellábamos el infantil compromiso de jugar al escondite en una pared de mil y pico metros a la que solo tocaba el sol un ratito al amanecer y otro al atardecer. Y de la que un prestigioso alpinista había dicho que era "un montón de piedras". Habíamos tenido un sueño pero dentro de nosotros había algo que empujaba a convertirlo en realidad. CLÁSICA O MODERNA La cara norte del Cervino, considerada uno de los tres últimos problemas de los Alpes, está limitada por dos impresionantes aristas. Al este se cierra con la ruta normal suiza, "la arista Hörnli", mientras que al oeste la barrera natural es una acrobática cresta llamada "Zmutt". La primera es el objeto de codicia de miles de montañeros y alpinistas que se acercan al Cervino con la intención de pisar su cumbre. La otra no es tan frecuentada, resulta más exigente y sin duda es más salvaje ya que carece del sobreequipamiento de la Hörnli. Ubicada en la cara norte y separada de la arista por anoréxicos hilos de hielo en comparación con la enorme pared de roca emerge la Nez de Zmutt. Una vista al Cervino desde el ángulo adecuado bastará para corroborar por qué razón se llama Nez=nariz. Y como cualquier nariz tiene techos, desplomes y pendientes. De hecho, si nos ponemos estrictos, solo le faltan las fosas en forma de dos graciosos agujeritos. La Nez es la parte más salvaje, comprometida y difícil de la montaña. Tres características perseguidas por los alpinistas más inquietos. A pesar de ello, y contando incluso que algunos ya habían puesto su mirada en este espectacular bastión, la nariz seguía sin ser escalada o intentada por nadie de nuestras tierras. Eso nos condujo a clasificarla de forma muy particular y subjetiva como un reto pendiente del alpinismo español. Un aspecto que, sin que fuera la razón principal de nuestra motivación, se mostraba como un aliciente. Hablar de Nez de Zmutt es hablar de una de sus rutas más emblemáticas: la "Cerrutti-Gogna", trazada valientemente por los dos alpinistas italianos del 14 al 17 de julio de 1969. Era nuestra propuesta inicial: escalar la nariz por una ruta larga, compleja y variada, con dificultades en roca, en hielo y en mixto. Para ello esperaríamos buenas condiciones durante el stage de verano para jóvenes alpinistas que organizaba el GAME en el Valais y, aunque sabíamos que era difícil que la semana programada coincidiese con la de buen tiempo, nuestra ilusión iba en aumento. Paralelamente estudiábamos croquis y otras posibilidades en la nariz. Yo llevaba mucho tiempo mirando la "Piola-Steiner" de la que decían que tenía buena roca, o al menos todo lo buena que puede ser en alguna parte del Cervino. Trazada en 1981 es de corte algo más moderno que la "Cerrutti…" y se apellida "Superdirecta", algo que personalmente me excita si hablamos de una gran ruta y una gran pared. Era momento de decidirse por la clásica o la moderna. Los argumentos de calidad de la roca, linealidad del trazado y cierta modernidad, unidos al sello que Piola deja en todas sus vías, convencieron rápidamente a Xavi. Restaba ir a Suiza y, tras preparar el material, ponerse bajo la pared, respirar profundamente y atreverse a dar el primer paso. ENCENDEDORES ANTIVIENTO A finales de julio estábamos buscando una sombra bajo la que escondernos en el soleado camping de Visp. El termómetro de la furgoneta marcaba 40 grados. No queríamos dejar nada al azar en la preparación del equipo, pero llenar la mochila de "por si acasos" significaba más peso y esa consiguiente ralentización del avance que puede implicar mayores riesgos. En lugar de dos cartuchos de gas de 250 gramos solo llevaríamos uno; en lugar de saco de dormir ligero una funda de vivac; exclusivamente una cuchara y una pequeña navaja como cubertería; una única cacerola que también haría las veces de taza… Habíamos planteado la posibilidad de llevar un pequeño petate para izar en la parte desplomada, pero valoramos la comodidad de transporte en la espalda de un elemento que se arrastraría por la pared durante 400 metros y se llevaría sobre los hombros durante otros 800, a los que se sumaría la aproximación y un largo descenso. Lo descartamos, pero si volviésemos a esa pared sin duda llevaríamos uno extremadamente ligero u otro transformable en mochila, aunque de características todavía difíciles –que no imposibles- de encontrar en el mercado. Los encendedores son una parte fundamental del equipo cuando se vive en pared y no escatimaríamos llevar una buena cantidad. Bueno, eso pensábamos hasta que enseñé a Xavi mi maravilloso encendedor antiviento. Fueron tantas mis alabanzas al aparato que mi compañero dejó todos los que había cogido, a excepción de uno. Por seguridad llevé otro que no volvió a aparecer en toda la vía y, a día de hoy, tampoco sé dónde está. La realidad es que el mechero antiviento, ignoramos si a causa de la presión o Dios sabe qué, no funcionó hasta que volvimos al camping. Puede decirse sin rubor que el de Xavi nos salvó la vida aunque, por razones también desconocidas, se quedó sin gas. Su escuálida chispa hizo reír al hornillo en muchas ocasiones mientras este vomitaba combustible a los cuatro vientos. La carga mermaba sin parar y se agotaba a la misma velocidad que nuestras esperanzas por salir sanos y salvos de la pared. Pero esa historia vendrá luego. EL PRIMER DÍA Partimos en tropel hacia el refugio de Hörnli acompañados por algunos de los jóvenes del stage que tenían objetivos alpinísticos variados. Nuestros amigos Jordi Corominas y Carles Gusi también se animaron y pusieron rumbo al Cervino con intención de escalar la clásica "Schmid" de la cara norte. En el refugio debíamos parecer unos turistas más que pensaban subir al Matterhorn por su vía normal y se nos trató con ese desprecio al que ya estamos acostumbrados los que visitamos las montañas suizas con frecuencia. Pusimos el despertador a la 1 de la noche (nada de madrugada, pues a esas horas nadie… madruga, ¿verdad?) y poco después del desayuno nuestras frontales parpadeban por el glaciar. Nos separamos y, ya solo junto a Xavi, me serví de la huella que dos días antes había trazado Patrick Gabarrou, quien en mitad de la noche nos siguió a gran velocidad. No llevaba mochila, pues había aprovechado su viaje anterior para dejarla en la rimaya. Su objetivo: realizar una primera en compañía de su simpático amigo italiano César, comenzando a la izquierda de la "Piola…" para cruzarla cuando ésta alcanza la roca, y salir a su derecha por la parte desplomada de la pared, justo a la izquierda de "Aux amis disparus", otro itinerario rubricado por Patrick. La llegada a la rimaya fue desoladora. Todo había cambiado en solo dos días. Un puente de nieve se había derrumbado a causa del intenso calor enterrando la mochila de Gabarrou quien, en un primer momento, pensó que se la habían robado. Comenzó a cavar mientras nosotros atacábamos la rimaya, en primera instancia difícil y expuesta, para después ganar las pendientes de 60º. Una primera reunión en la segunda rimaya nos sirvió para cambiar de líder y escuchar los gritos de júbilo de la cordada franco-italiana, que por fin encontró sus pertrechos. Escalar de noche tiene una magia especial. Reina un extraño silencio que pone alerta los sentidos vigilando posibles avalanchas y desprendimientos. Tramos ensamble dieron paso a un largo de hielo y mixto. El amanecer nos cazó en la goulotte cuyo largo más tieso escaló Xavi con esa maestría que le caracteriza. Un nuevo largo, todavía mantenido, nos dejó en una repisa protegida de las avalanchas por unos techos. La ruta seguía en diagonal a la izquierda pretendiendo alcanzar las líneas blancas que fugaban hacia los desplomes de roca. ATENCIÓN: AEROLITOS La diagonal de nieve estaba justo en la vertical de la parte alta de la arista Zmutt y del lugar que canalizaba todos los desprendimientos de la parte derecha de la pared, de corte marcadamente glaciar y mixto. Xavi se encontraba en su zona más expuesta cuando un enorme desprendimiento de decenas de piedras surgió de la nada. Los seguros que mediaban entre él y la reunión se reducían a uno, colocado justo a la salida de la misma para rebajar el factor. Sujetaba la cuerda entre mis manos esperando que en cualquier momento una roca alcanzase a mi compañero y cayera violentamente. La avalancha cesó, empujando a pensar que dentro de las mochilas habíamos introducido, además de material para vivac, una enorme cantidad de suerte. Desmonté la reunión y salí a toda velocidad para evitar que Xavi se detuviera en el centro de la diana. La tensión era muy alta: de producirse una nueva avalancha toda la cordada sería arrastrada. Alcanzamos un lugar protegido en unos afloramientos de roca y dejé que Xavi se relajase. Pensaba que tras unos 100 metros de nieve y hielo estaríamos a pie de la sección de roca, resguardados por enormes desplomes y, posiblemente, más seguros. La transición entre la roca y el hielo fue el lugar escogido por los aperturistas y algunos de los escasos repetidores para emplazar el primer vivac. Nosotros, al considerar que íbamos bien de tiempo, preferimos continuar un poco más deseando completar los aproximadamente cinco largos que llevaban a la segunda repisa. Encontrar los primeros diedros no fue tan evidente. A la izquierda había unas fisuras yosemíticas que invitaban a tirar para arriba. Mucho más a la izquierda se veía el trazado de la "Cerrutti-Gogna" con multitud de material abandonado, anillos y trozos de cuerdas colgando. Una primera tirada rocosa y mixta nos informó de lo que es, para algunos, buena calidad de la roca: había que vigilar a lo que te agarrabas para no bombardear al compañero o salir volando con un bloque. La segunda, ya con pies de gato, no difirió demasiado salvo por sus regulares pasos desplomados y la presencia de verglass que complicó aun más la progresión. Así, buscando lo más evidente pero errando en la instalación de una reunión por cinco metros que nos obligaron a movernos en horizontal a la derecha, nos encontró la tarde en la gran terraza diagonal donde descansamos la primera noche. Las dudas sobre el lugar más cómodo o, mejor dicho, menos incómodo, hicieron que nos moviésemos varias veces para terminar en el primer sitio que habíamos visto. Se acercó el momento de encender el hornillo y se produjo el suceso que ya he adelantado. El encendedor no funcionó y llegué incluso a hacer chocar un par de piedras para obtener chispa. Xavi me miró atónito pero me animó a seguir. Ante mi escasa habilidad volví con el encendedor, que por fin respondió. El hornillo se encendió. Deseé que no se apagase pero dudé que el gas cundiese hasta donde me hubiese gustado tenerlo encendido, que era la misma cumbre. Además, estando en llamas no hubiera sabido en qué bolsillo guardarlo… CERO EN FOTOGRAFÍA No hay como ir acompañado de un fotógrafo para garantizar que las fotos de una gran vía serán mediocres. Y es que, en casa del herrero, cuchillo de palo. Pensé subir dos cámaras: una réflex y una compacta, que llevarían el segundo y el primero, respectivamente. El peso me hizo descartar la segunda cuando no debería haberlo hecho. Una máquina pequeña no se nota entre la ropa, y hubiera garantizado tener imágenes de relativa calidad en los momentos en que solo me atreví a decir "Xavi, ¡qué foto tienes!" La réflex salíó de la mochila en contadas ocasiones, y menos mal porque los dos rollos adicionales que tenía previsto subir se quedaron, con las prisas (y por ese afán reductor de peso), en el coche. Estábamos recién salidos de la funda de vivac y, cómodamente, me pude permitir el lujo de captar unas cuantas imágenes de mi compañero en uno de los largos clave de la ruta. Piola y Steiner lo graduaron de VI (6b) y, sin ser extremo, sí resultaba muy expuesto y laborioso de asegurar. Fue necesario establecer una cuidada estrategia de progresión por esa roca afectada de lepra para no tener una caída de fatales consecuencias. Después la dificultad bajaba para volver a subir en un terreno de mayor calidad con fisuras atléticas y placas de pequeños agarres bajo los impresionantes techos finales. Penoso fue remontar las mochilas que, ayudado de un pequeño polipasto compuesto por un bloqueador y una polea bloqueadora, el primero recuperaba desde la reunión y el segundo, detenido en mitad de muchos pasos del largo, ayudaba a izar y desenganchaba con la depurada técnica de la "fuerza bruta". El último largo de roca difícil empezaba en un desplome atlético para seguir en horizontal a la izquierda por unos clavos viejos que era necesario afianzar a golpe de martillo con las manos en pequeñas "ñapitas". Así y todo, y contemplando que los aperturistas marcaban 6b/A2 en este largo, solo hicimos 2 pasos de A0 que, sumados a otro más abajo, dan un total de 3. En el largo 16, además, utilizamos un clavo como punto de reposo. Aunque esto resulte informativo para quienes quieran repetir la vía nos pareció insignificante comparado con lo que vivimos. Pero sobre todo minúsculo con el hecho de estar poniendo en práctica el estilo alpino en toda su pureza, progresando con rapidez y ligereza. XAVI, NO TE CAIGAS Nos encontrábamos a un largo del comienzo del terreno mixto que lleva hasta la arista Zmutt. Era técnicamente fácil, pero discurría por terreno jalonado de bloques sueltos. En la reunión nos pusimos de nuevo las botas y los crampones y empuñamos otra vez los piolets. En un terreno que creíamos dominar me atreví a salir de la reunión con muy poco material. A mitad del largo se me había terminado casi todo y me encontré en una sección técnica donde era necesario ganchear fisuras invertidas con el piolet y donde los pies perdían cada segundo, por efecto de la lepra, sus apoyos. Los anillos de reunión sirvieron para ser introducidos en el ojo de dos clavos que milagrosamente aparecieron en la roca, y los mosquetones de seguridad hicieron las veces de conectores para pasar la cuerda. Ya anocheciendo me vi en mitad de un mundo de bloques sueltos capturados por la nieve, sin fisuras donde meter nada y sin suficiente espesor para colocar un tornillo. A pesar de todo empleé uno corto que introduje tres centímetros, lo reforcé con un clavo que martilleé en la tierra congelada, triangulé para ecualizar entre los dos débiles elementos una carga que nunca llegué a cargar y grité a Xavi: ¡sube, pero no te caigas! Él subió tranquilo, haciendo gala de la confianza que tenemos el uno en el otro y que nos permitió subir y bajar de una montaña tan exigente. Demostrando que, para cualquiera de los dos, lo importante no es escalar tal o cual vía, sino escalar “con”. Porque muy por encima de apuntarnos vías de contrastada reputación creemos en la amistad y no tenemos prejuicios en reconocer que hemos cambiado muchos itinerarios que hubieran adornado nuestro historial por una ascensión sencilla en el Pirineo o la Sierra de Gredos con la gente a la que queremos. Eso, para ambos, también forma parte de nuestra formación como alpinistas y como personas. Pero volvamos a la historia con la que estábamos. Comenzaba a soplar un fuerte viento y la repisa de vivac no aparecía. Xavi la encontró ¡por fin! y empezó a asegurarla. Instaló un clavo y la bombilla de su linterna se fundió. Completó el equipamiento y, ya juntos, de la misma manera que lo hubieran hecho dos niños traviesos, tiramos una enorme piedra al vacío para hacer más cómodo nuestro sofá. Nos vimos con la espalda apoyada en la pared y los pies colgando, pero con una magnífica vista del valle. Era el Día Nacional Suizo y los fuegos artificiales, y las llamadas que hicieron los amigos desde el camping, nos alegraron aún más. Peleándonos con el encendedor conseguimos que, tras varios millones de intentos, el hornillo se encendiera. Casi no quedaba gas, pero pudimos cenar un caldo y llenar las cantimploras. Al día siguiente acabaría lo malo. ME DABA EN LA NARIZ… No pegamos ojo a causa del viento y el frío y, para colmo, el combustible se acabó al fundir la nieve. El agua estaba helada, pero al menos hidrataba. Durante la noche acabamos casi todo el líquido y solo quedaba medio litro que rematamos al llegar a la arista Zmutt, dos largos después. La llegada a la cumbre se hizo pesada por culpa del cansancio acumulado, pero no dejamos de sonreír y de hacer chistes del tipo "ha habido que echarle un par de narices ¿verdad?" "Sí, pero a mí me daba en la nariz que la hacíamos". Mientras Xavi buscaba cobertura y no sabía si decantarse por el operador italiano o suizo moviendo su teléfono de una vertiente a otra, yo hacía insinuaciones tipo Gila que nos hicieron ganar un traguito de agua de una cantimplora con tubo flexible. Bueno, lo consiguieron las caras de sedientos más que las insinuaciones, pues el francés al que se las hacía seguro que no entendía la razón por la que repetía en voz alta y tono irónico: ¡alguien tiene agua y se la piensa beber solo! Por debajo del refugio Solvay la gran montaña leprosa quiso despedirse de nosotros con una tormenta eléctrica que puso otra vez a prueba nuestros nervios. En mitad del laberinto unos alpinistas del Este de Europa avanzaban tan lentamente que parecía que la granizada no fuese con ellos. La maniobra de adelantamiento resultó complicada, pero llegamos al refugio hora y pico antes que los susodichos tunantes. En Hörnli debíamos parecer otros. No porque esta ascensión hubiera transformado profundamente nuestros corazones o por la enorme capa de roña que tenían nuestros cuerpos. Éramos los que habían escalado la Nez de Zmutt, y parecía que eso era suficiente para que los guías nos mirasen con respeto y los empleados del refugio nos atendieran como en el mejor restaurante de Ginebra. Y lo que no sabían, es que, en el fondo, seguíamos siendo los mismos que, con cara de pardillos y pinta de subir por la normal, salieron en medio de la noche tres días antes. FICHA TÉCNICA Cervino 4478 m. Cara Norte. Nez de Zmutt Vía: "directísima Piola-Steiner" La "Piola-Steiner" es una vía completa con una primera parte glaciar, una segunda rocosa y una tercera mixta, que alcanza el final de la arista "Zmutt" y con ella la cumbre italiana (4.477,7 m.) del Cervino. Desde allí puede proseguirse a la cumbre suiza para descender por la "arista Hörnli", o bien bajar hacia Italia por la "arista del Lion". Los primeros ascensionistas, y otros repetidores de la ruta, la han completado tras tres vivacs. El compromiso es alto, las caídas de piedras son frecuentes y, por la configuración de la pared, una maniobra de rescate que comporte una evacuación por accidente puede resultar sumamente difícil. 1ª ascensión estatal: 31 de julio, 1 y 2 de agosto de 2001 por Xavi Mètal y José Isidro Gordito. Dificultad: ED+ (90º M5 6b/b+ A0, o 90º M5 6b/A2, como marcaron sus aperturistas). Total: aproximadamente 1200 metros de recorrido hasta la cumbre. Aproximación: Desde el refugio Hörnli, atravesando el glaciar Matterhorn hasta el contrafuerte delimitado por la "arista Zmutt". La doble rimaya y la goulotte son bien visibles (conviene aproximarse el día anterior y, si no hay huella, trazarla para no perderse en la noche). Material necesario: equipamiento personal en el que deben incluirse pies de gato y material de escalada en hielo, 10 clavos variados, 3 a 4 tornillos de hielo, 1 juego de empotradores (no imprescindible), 1 juego de friends (nosotros usamos Camalots hasta el número 3), 1 juego de microfriends, piolet y martillo piolet, 10 a 12 cintas (nosotros usamos muchas disipadoras en su momento), 1 polea bloqueadora y algún bloqueador adicional, material de vivac (aconsejable un saco ligero). También puede venir bien un petate transformable en mochila y una cuerda o cordino auxiliar. DISECCIÓN FINAL (2020) Comenzando por el principio decir que el título es parte de ese juego que Xavi y un servidor nos trajimos, y aún nos traemos, con el lugar por el que discurre la ruta en cuestión: la “Nez=nariz” de Zmutt del Matterhorn. La escalada de la vía Piola-Steiner, completa y expuesta, trajo bajo el brazo la concesión del Piolet de Oro 2001 por parte de la FEDME, pero también otros regalos inesperados. El premio, además de una geoda de tamaño difícil de alojar en una casa pequeña, llevaba asociada una cantidad económica a la que renunciamos pues queríamos revirtiese en el alpinismo “de base”, en forma de stages para jóvenes, etc… Y precisamente porque la actividad había sido realizada en uno de ellos, donde ejercíamos como asesores e instructores, la Federación lo vio claro y concluyó que lo que proponíamos era lo más lógico. Parecía evidente que, o debíamos quedar fuera, o el comité debía hacer una excepción. No podíamos aceptar un dinero que era más útil para promoción y formación que para compensar unos gastos que, en los Alpes, no son ni mucho menos los que se tienen en expediciones extraeuropeas. A pesar de eso algunos “espectadores”, y me parece recordar que también algún otro candidato al premio -quien debió olvidar lo feo que es ser a la vez juez y parte- se enfadaron mucho cuando no salió la frase que esperaban en su galletita de la suerte. Ignorando que no percibiríamos nada, y por tanto hablando sin criterio, dijeron que con ese dinero y con el que ganaríamos tras la concesión en conferencias ¡nos “haríamos ricos”!!!!!!!!!!!! Perdona la pausa, pero se me ha quedado el dedo pegado sobre una tecla mientras me daba un ataque de risa. Con la vista puesta en que la vía había sido escalada íntegramente, que estaba claro que el comité la premiaba para potenciar el alpinismo de compromiso en los Alpes o que la sombra de la duda no planeaba sobre la realización, los detractores no tenían muchos argumentos. No obstante algunos prefirieron centrarse en si la ruta tenía calidad, o si yo, miembro del Comité en alguna ocasión anterior (los miembros, salvo ciertos cargos federativos, no eran permanentes sino convocados anualmente a discreción del presidente de la misma) me había autoconcedido un premio para el que no presenté candidatura alguna (Xavi, ilusionado, fue quien se encargó de un trámite que a mí, tras la intensa vivencia, me sobraba) o había mediado para que nos lo diesen y así poder hacernos… ¡millonarios!!!!!!!!!!!! Perdona que vuelva a partirme de risa una vez más. Lo cierto es que pocas veces había visto aflorar tanta miseria en un colectivo donde, a pesar de su escaso tamaño y su pasión –elementos que, sin duda, a lo único que podían contribuir era a ligarlo- solo observé basura y desunión. Llevaba años y años trabajando “gratis”, incluso poniendo dinero de mi bolsillo, o ganando tan poco con la formación que para cubrir gastos había que ser economista, que quedé muy impactado. Pero como esa es una historia con la que podría estar hasta pasado mañana, continuaré con el Cervino… En lo que respecta al artículo, nunca obtuvo demasiadas páginas en revistas especializadas y solo apareció en alguna versión digital o en un par de hojas recicladas. Muchos valoraron su ritmo, su profundidad emocional, sus toques de humor y varios agradecieron la información práctica de la ficha técnica y los detalles del cuerpo de texto principal. Una de esas pocas ocasiones en que te sientes premiado por una buena acogida. Encaminamos nuestros pasos a esa montaña con humildad y a corazón abierto. Todo lo que vivimos como negativo nos fortaleció y reforzó una amistad que, a pesar de no cultivar demasiado, estará ahí para siempre. Tras esta aventura Xavi y yo escalamos otras cosas, algunas muy intensas como una magnífica vía en la cara norte de los Drus en invierno donde otro ser muy querido cabalgó junto a nosotros. Soñamos e imaginamos proyectos que aún están pendientes pero que, quizás, algún día se hagan realidad. Hace poco releí un libro que he devorado en varias ocasiones. En uno de sus capítulos el autor confiesa haber pasado del “amor” por sí mismo a valorar que no hay nada más grande que sentir conexión total con quien se comparte una actividad extrema (añadiría que tampoco hace falta que sea una aventura al límite). En otro de los capítulos llega incluso a sentirse molesto porque un editor no incluyese las palabras de su amigo al final de uno de sus épicos artículos. Tal vez con la idea de no restar dramatismo a la historia sobre una escalada que probablemente nunca hubiese tenido lugar si el protagonista no hubiera llevado la carta de su “hermano” en el bolsillo. Apostilló: “le preocupaba cómo se tomaría su audiencia el que un hombre describiera su amor incondicional por otro. A mí me pareció fatal que censuraran algo tan profundo”. Me siento completamente identificado con esa idea de la amistad. De la unión entre los miembros de una cordada para conseguir algo más que el objetivo común en que se convierte una vía. Dicen que los sentimientos mueven montañas, pero es igualmente seguro que también ¡las escalan! Si esta historia no ha sido "aireada" en más ocasiones y en voz alta no es porque reniegue de ella o guarde un mal recuerdo. Todo lo contrario. Es porque lo que me sugiere pertenece a una "intimidad" muy secreta aunque tenga que ver con lo que para muchos es un importante galardón. Forma parte de ese rincón maravilloso donde solo pueden albergarse las cosas que se hacen para uno mismo y que te forjan como alpinista pero, sobre todo, como persona. A pesar de ello me ha parecido interesante que esté en este blog -que también es parte de mí- donde resulta muy cómodo tener compendiado todo lo que he ido escribiendo a lo largo del tiempo. Gracias, también, por el tuyo. José I. Gordito
4 Comentarios
6/1/2020 02:03:16 pm
Los Tres Últimos Peroblemas de Los Alpes, concretamente, el último problema de corte español de finales de siglo.
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Máximo Vela
6/2/2020 07:22:58 pm
Desde luego, las grandes aventuras son las que quedan para uno mismo, esas en las que te sientes orgulloso de haber realizado al margen de lo que los demás puedan decir o pensar. Siempre he pensado que uno deberia escalar para si mismo, sin más motivación que la que te ha movido a realizar dicha actividad. ¿Y que mejor que sentir la mejor conexión con un compañero en esa aventura? Enhorabuena Jose por esos recuerdos y gracias por compartirlos.
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AutorBlog del alpinista, piloto de parapente, fotógrafo y cámara José Isidro Gordito ideado para compartir pruebas de material, consejos y astucias que conviertan la estancia en la Naturaleza en momentos seguros y placenteros. Archivos
Mayo 2023
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