He sentido miedo muchas veces; un miedo atroz. Miedo de volverme insensible tras la acumulación de experiencias duras y pérdidas que me marcaban, periódica e intermitentemente, de una forma especial. Tras algunos batacazos importantes que me hundieron en un pozo de fango, la marcha de algunos amigos y familiares sin aparente dolor me hizo pensar que cada nuevo episodio sería más débil que el anterior, hasta que no sintiera nada en absoluto. Pero no; el dolor se recarga a fuerza de recuerdos, a fuerza de nuevas experiencias positivas. Esas que quieres prolongar para siempre pero la realidad se encarga de cercenar con su preciso bisturí, demostrando que las cosas bellas son efímeras y sólo sirven para dar dimensión al sufrimiento, como este sirve para conceder su justa medida a los momentos de júbilo. Hace sólo unos días se fue alguien que no, no me dejó como alma en pena deambulando sin sentido con la sensación de un brazo o una pierna amputados. Al irse me percaté de que se me había arrancado un trozo de corazón. Comprendí, de nuevo, que el dolor no sólo se había recargado por esas cosas básicas expuestas con anterioridad, sino porque Luis era tan importante para mí que ninguna coraza me protegería de su ausencia. Llevábamos años sin compartir casi todos los fines de semana; sin encordarnos bajo amenazantes estalactitas heladas; sin hablar a diario por teléfono; sin escuchar sus tarareos sobre un tema country o cantar a dúo en la furgoneta o en un coche de alquiler mientras, de soslayo, le veía poner los ojos como platos cada vez que me situaba en el puesto de pilotaje y pisaba más de la cuenta; sin discutir sobre filosofía, seguridad, técnica y material durante largas horas... Pero comíamos juntos de vez en cuando, abríamos el corazón y nos poníamos al día sobre lo que nos apasionaba o conducía nuestras vidas en el presente. Teníamos nuevos proyectos, nuevos sueños. Un horizonte que se abría y arrancaba una sonrisa. Me veía, nuevamente, transformando su material y escuchando un: Jose, no te puedes estar quieto?; abrazándole por accidente (por accidente?) en la noche mientras compartíamos cama king size (ya había escuchado alguna vez mi particular versión de por qué ocurría aquello); comiendo alimentos especiados y picantes sólo por contemplar su cara de placer; viendo cómo me dejaba solo en el parapente biplaza mientras él saltaba al vacío… Siempre pensé que Luis me sobreviviría. Hábil, reflexivo, analítico, metódico al extremo pero, sobre todo, con una calma que le hacía detenerse y valorar algo que a ese otro maniático de la seguridad que era quien suscribe resultaba fácil que, por impulsivo, se le pasase. Aunque me dolieron algunas cosas que vivimos, siempre le he querido de un modo especial, disfrutando de su humor particular e inteligente, aprendiendo de su forma de afrontar cada reto con elegancia y practicidad, aceptando sus silencios y aplicando la mayoría de sus sugerencias que me han convertido, creo, en alguien mejor. Discreto, humilde, carismático… Luis era muy inteligente, creativo y mañoso, y no resultaba difícil que transformase un pedazo de tela en una prenda, unos trozos de madera en una cabaña o unas cuantas ideas en una página web de referencia. Y con un espíritu generoso y altruista que lo convirtió en pionero indiscutible. Amante de la forma de vida americana es el culpable de que un servidor sea tan malo con el inglés. Sí, por cuidarme; por hacer todo fácil en nuestros frecuentes viajes al oeste canadiense o a las Rocosas estadounidenses. Era punta de lanza, guía y motivador, todo en un uno, y ese compañero de cordada con el que te sientes en tan buenas manos que nunca dudas. Apasionado de la vida, que le abría un nuevo capítulo, quedó prendado del paracaidismo y el salto BASE donde en poco tiempo también despuntó como activista influyente. Varios accidentes mortales de alpinistas cercanos le sugirieron replantearse el compromiso con que se acercaba a las montañas y, con mucha cabeza y pasión, como hacía todo, fue aprendiendo lo necesario para sentir intensamente manteniéndose alejado del peligro. Sé que no exageraba en absoluto cuando catalogaba su nuevo sueño como una actividad segura, al menos mucho más que la escalada en hielo que le había tenido cautivado durante años. Describía con entusiasmo el protocolo del BASE que hace de esta disciplina un arte comprometido, sí, pero donde un imprevisto es difícil. Me dejó muy tranquilo, particularmente porque no le veía interesado por el proximity winsgsuit fly, la corriente más arriesgada. Tal vez por ello la sorpresa de perder a un hermano del modo en que ha ocurrido ha sido mayúscula. No puedo creer, me resisto a creer que Luis ya no esté. Sé que no se ha ido, pero la falta de su presencia real me ha dejado huérfano, desprotegido. Personalmente le debo tanto… Estoy feliz de haber podido aprovecharme de él, robando parte de su conocimiento y templanza, y haber gozado de su amistad. También sé que no se ha ido; no puede hacerlo. Forma parte de mí y me acompañará siempre, ayudándome a tomar la decisión oportuna en el momento preciso, como hacía hasta hace sólo unos días. Hace nada sentía su presencia mientras corría hacia la cumbre de una montaña y también mientras surcaba el cielo hasta rozar la barrera de los doscientos kilómetros. El día que le despedimos pude ver sus ojos en los de Carmen, y esa mirada me invitaba a soñar. Sé que mañana seguiremos volando juntos, como sé que dirigirá mis manos mientras me encuerdo sabiendo que él está al otro lado. Te voy a echar mucho de menos, bro. Bien sabes cuánto. Te quiero mucho, Luis. Nunca dejaré de hacerlo! José I. Gordito Luis Alonso nos dejó el pasado 16 de julio de 2017 a los 55 años de edad, casi un mes después de su último cumpleaños. Era un día feliz compartido con amigos en la Pared de Aragón, en Montrebei. Los astros se alinearon fatalmente para arrebatarnos a este pionero de la escalada libre en hielo y mixto que se convirtió en uno de los primeros españoles en hacer del 6 y el M7 sus grados habituales mientras buscaba bellas rutas por el mundo, de Colorado a Canadá, pasando por los Alpes franceses. Creador de la página de referencia www.infohielo.com su altruismo ha servido de ayuda y motivación a los escaladores de hielo durante casi dos décadas. Imposible agradecer tanta generosidad. Carmen, Irene, su mamá, sus hermanitos y todos los que le queríamos nos necesitan -nos necesitamos- más que nunca. Un beso enorme para todos.
8 Comentarios
Aunque muchos ya la conocen y algunas unidades surcan los cielos de todo el mundo, la Blacklight2 de U-Turn bien merece un trabajo exhaustivo. Una vela que no asalta por ser picante en una caracteristica determinada pero que sorprende por ser muy cumplidora y versátil, además de por ofrecer un planeo sensacional. La EN B alta de la firma alemana se remodela para convertirse en una club clásica en lo que a manejo se refiere, pero manteniendo las buenas caracteristicas y superando las altas prestaciones que convirtieron a su predecesora en toda una referencia en la categoría. Muy cómoda, demuestra ser una completa máquina para cross. Construcción robusta pero ligera que hará dudar a más de uno si escogerla como opción para sus subidas a pie a los despegues o sus hike&fly´s poco comprometidos. Un acabado soberbio, como acostumbra la marca, pone broche a un producto cargado de pequeños detalles astutos y prácticos, que harán las delicias de los sibaritas. Hemos probado dos tallas distintas, con arneses diferentes, para poder ofrecer los datos más completos y objetivos. Dentro de poco la prueba exhaustiva! Se fabrica en 4 tallas y 4 combinaciones de color. Más información en: http://u-turn.de/web/english/products/paragliders/blacklight-2 José I. Gordito |
AutorBlog del alpinista, piloto de parapente, fotógrafo y cámara José Isidro Gordito ideado para compartir pruebas de material, consejos y astucias que conviertan la estancia en la Naturaleza en momentos seguros y placenteros. Archivos
Mayo 2023
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