No dejan de asombrarme los diferentes baremos que tenemos y empleamos los seres humanos. Lo que a unos puede parecer negligente a otros sugiere un acto épico digno de un superhéroe. Recientemente he visto diferentes reacciones ante “machitos alfa” (me atrevería a decir que líderes únicamente en las redes sociales, su pequeña tribu o solo los fines de semana, en absoluto el resto de sus días) que violaban espacios aéreos y parques nacionales con su parapente; sobrevolaban núcleos urbanos a distancia nada prudencial -y legalmente prohibida-; despegaban sin visibilidad atravesando densas nubes; aterrizaban innecesariamente en vías públicas con riesgo de producir accidentes de terceros, alardeaban de volar con un declarado “estado de alarma” en días que se recomendaba (al día siguiente ya se limitó, y también hubo algunos retrasados mentales insolidarios que salieron a hacer actividad en plena prohibición) no salir a las calles para intentar detener una terrible pandemia -con los consiguientes efectos negativos en caso de accidente tanto para ellos, cuyos seguros probablemente se lavarían las manos alegando comportamiento negligente, como para afectados imposibles de atender a causa de una saturada red sanitaria-… También las he visto ante escaladores que progresaban por zonas protegidas en época de nidificación, adelantaban a otros arrojando enormes trozos de hielo sobre sus cuerpos o eran sorprendidos por las fuerzas de seguridad (en ese estado de alarma al que me refería con anterioridad) de caminata por el campo, encaramados a un bloque o evolucionando con sus cuerdas por la roca de algunas escuelas... O ante “profesionales” que peinaban con sus trikes generosamente motorizados las cabezas de civiles que campaban por aterrizajes de otras disciplinas, por aparcamientos... Al igual que ante "técnicos" (?) que obligaban a progresar a sus alumnos en fila, unos sobre otros y siempre sin cuerda o en ocasiones sin casco, sobre peligrosas pendientes nevadas o heladas… Para gran parte de “su público” se trataba de héroes que hacían algo reservado solo a unos pocos elegidos. Este grupo de proveedores de halagos y “me gusta” contrastaba con una minoría que veía unos locos que se la jugaban y ponían en peligro su vida y la de los demás con unos comportamientos a todas luces imprudentes; además de con un pequeño grupúsculo que valorando el acto en su vertiente exclusivamente deportiva, consideraba que no era el momento adecuado para semejante alarde. PERO… ¿CÓMO ACTUAR? No digo que haya que ser más papista que el Papa, negar el talento, los actos deportivamente admirables y responder sin criterio o arrastrados por los celos y la envidia de que otros hacen mientras nosotros estamos viendo la tele enfrente del sofá. ¡Eso es mezquino! Pero también es cierto que hay un baremo más o menos universal, y es el del respeto a los demás y a las normas que nos hemos impuesto, y no por antojo o casualidad. Los comportamientos que he listado en párrafos anteriores están mal en cualquier caso, y por tanto deberían ser reprochables. Principalmente por dos razones: una porque algunos son “ilegales” y otra porque en varias de ellas no se atiende la máxima de no poner en peligro a otros, que además también está tipificada como delito. Y cuando no se perjudica la vida de las personas, sí se mancha la reputación de los colectivos. Permanecer en silencio ante comportamientos negligentes es cobarde. Y alabarlo se convierte, sin duda, en una enorme irresponsabilidad. Por supuesto cada cual puede vivir su vida como le plazca. El grado de exposición a que muchos se someten parece inadmisible para algunos y demasiado bajo para otros dependiendo de su umbral, conocimientos, experiencia… He llegado a escuchar cómo alguien evitaba salir a volar exponiendo que las condiciones eran peligrosas, cuando otros apuntaban que “se movía algo, pero no estaba desagradable ni mucho menos incontrolable”. También que un escalador no afrontaba un largo de hielo difícil por considerar que podía derrumbarse, cuando una cordada lo resolvía sin considerarlo expuesto. El bajo nivel de los primeros los hubiera conducido a situaciones peligrosas, pero generalizar que si las condiciones no están bien para mí no lo están para nadie hubiese sido incorrecto y claramente subjetivo. La asunción de riesgos es otro asunto totalmente personal. Recuerdo las palabras de un escalador desaparecido, que para muchos era catalogado de “suicida”, quien abogaba por “morir de contento, y no de viejo”. Esta filosofía puede despertar admiración -y personalmente podría compartirla, siempre en un contexto concreto- cuando se trata de elegir el camino sin perturbar a otros (aunque siempre se perturbe algo). Pero en todo momento sin incumplir la ley, sin poner en riesgo a las personas, sin vilipendiar los colectivos ni revertir la tarea que, con mucha dedicación, realizan los formadores serios de cada disciplina. Porque de otra forma solo queda reprobar, ya que la libertad individual acaba donde se coarta (por no repetir la manida frase que incluye: termina donde empieza) la de los demás. José I. Gordito
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Los parapentes de 2 bandas están asociados al mundo de la competición desde hace años. Aunque en los orígenes de la actividad las velas no tenían muchos más elevadores, la evolución del diseño condujo a la instalación de 4 que, posteriormente, fueron reducidos a 3. Este último es el número que, salvo los bólidos más avanzados y algunos juguetes específicos, equipa la mayoría de parapentes modernos. Los cambios en el proceder y normativa de homologación y la transferencia de datos de la competición parecen llevar a un camino de simplificación que muy probablemente afecte a parapentes intermedios, y quién sabe si también a los básicos. Lo cierto es que llevaba un tiempo gestando un post sobre parapentes “2-Line” encaminado a hablar de la cuidada y necesaria puesta a punto que implican, de su popularización y de cómo han evolucionado, especialmente forzados por el estímulo que supone la competición al más alto nivel y, en la categoría EN-D, por las pruebas de hike&fly del estilo Red Bull X-Alps. Pero fiel a mi costumbre de contrastar todo de manera exhaustiva el tiempo ha ido pasando y se ha sumado a la fiesta algo que se rumoreaba desde hace tiempo: la teoría de si, en el futuro, todas las velas serán de dos bandas. Vamos, que se me ha “pegao el arroz” y ahora no tengo claro de qué hablar cuando pienso en dos bandas. Además de trabajar sobre otros aspectos, la mejora en el rendimiento de los parapentes ha venido de la mano de la reducción de peso (inferior masa=menos inercias, lo que también se traduce en un incremento de la seguridad pasiva), de un patronaje que garantiza una superior definición del perfil y una mayor tensión y, por supuesto, de una reducción de líneas (e igualmente de sus espesores) que produce una ínfima resistencia aerodinámica. Omito aquí uno de los parámetros básicos para la mejora del rendimiento: el aumento de alargamiento, pues ha quedado reservado a las aeronaves de competición más avanzadas. Salvo algunos fabricantes para los que un gran alargamiento es seña de identidad, la tendencia ha sido moderar los valores -reduciendo incluso los de sus modelos precedentes- para lograr un equilibrio entre seguridad y prestaciones, además de la posibilidad de mantener sus creaciones dentro de la norma de cada familia sin dar un salto a la categoría superior. MENOS BANDAS=MENOS LÍNEAS (Y VICEVERSA) Sí, así es. Si se quiere reducir la resistencia nada como rebajar la cantidad de metros de cordino, y el modo más directo es ese: eliminar bandas. Pero para mantener su aceptación en el mercado, evitando “asustar” a los pilotos con la imagen de que sus modelos eran misiles indomables, los fabricantes han utilizado previamente otras fórmulas como reducir la cantidad de anclajes o/y ramificar las líneas, incluso combinando distintos diámetros de cuerdas en función de la carga que soportase cada área de la aeronave. La idea de que las velas de dos bandas eran difíciles, casi imposibles de aterrizar en espacios pequeños y, aunque más resistentes a las plegadas, sus reacciones en caso de colapso podían ser más violentas e imprevisibles, había calado de manera importante en los pilotos intermedios. Ese modo de adaptarse a las masas de aire, con torsiones en ocasiones de gran amplitud, y su reducida tendencia a plegar incluso sus puntas para absorber energía en lugar de poder plegar “de sopetón” no invitaba a muchos usuarios a elegirlas. Algo que también echaba para atrás, ante todo a pilotos con la montaña como su centro de operaciones, era que las velas de dos bandas eran más pesadas que las de tres a pesar de tener menos líneas y elevadores. Una construcción interna más elaborada, con anclajes más robustos y cordinos de mayor diámetro para superar las pruebas de carga no era capaz de compensar lo que parecía sobrar a sus hermanas de tres. Muchos apuntaban incluso una mayor posibilidad de encorbatarse, asunto que no es del todo cierto ni reduciendo puntos de anclaje pues depende de la arquitectura de suspentaje además del diseño del ala en sí misma. Todos hemos tenido referencias de parapentes EN-B que se encorbatan peligrosamente frente a modelos de varias categorías por encima y superior alargamiento que ofrecen un comportamiento mucho más sano en ese sentido. PERO… ¡TODO HA CAMBIADO! Efectivamente. Tal vez porque han surgido modelos relativamente accesibles, capaces de hacer frente a los parapentes de competición más avanzados del mundo. Porque el número de competiciones se ha multiplicado con un efecto “motivación”, "imitación", “pique” -o como lo queramos llamar- entre pilotos que ven a otros con su mismo o menor rodaje volando velas muy avanzadas. Porque, como dicen algunos pilotos de alto nivel españoles con mucha experiencia, se ha perdido el respeto a las velas de competición cuyos fabricantes destinan a: “los mejores pilotos del mundo…”; ”…solo para pilotos de clase mundial”; “ …pilotos de competición altamente experimentados”... Y porque “está de moda” o existen otros motivos difíciles de explicar, pero lo cierto es que las 2-Line son cada vez más habituales en los despegues de todo el mundo. Aparatos más sofisticados que precisan un cuidado mantenimiento que no todos sus usuarios realizan. Que implican una técnica que no todo el mundo tiene. Y que para extraer ese máximo rendimiento -que es la razón de ser de su creación- implican una actuación y actitud que, bien sabemos, no están muy extendidos. Pero sea como fuere la verdad es que lo que parecía imposible, o fruto de un futuro muy lejano, está aquí y aparentemente ha venido para quedarse. MOVIMIENTOS EN EL MERCADO La historia de las velas de competición construidas con dos bandas es relativamente reciente, pero no se restringe a las últimas CCC. No vamos a ir mucho más atrás en el tiempo y partiremos exclusivamente de la transición entre dos “eras”: la de los prototipos y la de los parapentes que deben someterse a una homologación para ser admitidos a concurso. Las primeras series de los más punteros de estos últimos lucían una “D”, con lo que no es de extrañar que aunque posteriormente surgieran productos más avanzados, la categoría serial no es que se haya convertido en otra “por debajo”… ¡es que era la reina de la fiesta! Dada la convivencia entre EN-D de tres y dos bandas parece que hemos olvidado que las segundas forman parte de la categoría desde los orígenes del empleo de la normativa moderna en la alta competición. Lo hacen desde las Boomerang 9, las primeras EnZo o las accesibles IcePeak 6. Tal vez esta última fue la que abrió la Caja de Pandora de lo que vendría después con su relación prestaciones-comodidad; una fórmula que permitió plantar cara a gigantes en teoría imbatibles si se atendía a su superior alargamiento. Con la idea de modernizar su flota y ofrecer un producto de entrada a las modernas CCC, pero sin la necesidad de asumir los compromisos que propone esta clase, Ozone ha seguido el camino explorado por Niviuk con la IP6 buscando soluciones sobre un alargamiento menor y una comodidad a toda prueba, pero ofreciendo un rendimiento que incluso ha hecho sonrojar a “las de arriba”. Su Zeno se ha convertido en todo un referente. Ha empujado el mercado hacia una popularización de las serial de 2 bandas y espoleado a todos los fabricantes, desde el rival directo GIN, que ha acudido un poco tarde a la cita, a otros competidores que ya estaban ahí como UP, MacPara o Niviuk, u otros nuevos como Flow o Davinci. LA VOZ DE LAS LIGERAS El remate a esta popularización, que ya parece una plaga, es la llegada de las 2-Line al mundo de las velas semiligeras, ligeras y ultraligeras. Sí, has leído bien. Lo de que un parapente de dos bandas no es lo mejor para aterrizar en espacios pequeños, que resulta difícil de despegar y que es pesado en relación a una versión similar con 3 bandas simplemente ha pasado a la historia. Hace muy poco el propio Chrigel Maurer decía preferir las velas de tres elevadores por su versatilidad y mejores aptitudes pero al conseguir que su máquina de carreras Omega X-Alps 3 de Advance 2-L (realmente una 2+1L) sea mejor que la versión anterior con 3-L, parece ahora un usuario convencido. Y no es de extrañar: su moderna aeronave tiene un peso similar a su predecesora e... ¡idéntica homologación! Ozone, quien ya flirteó con el asunto derivando una versión ligera de su Zeno (Z-Alps) que realmente no era ultraligera ni tampoco -lo pude comprobar con una unidad que me enamoró por sus prestaciones acompañándome por algún tiempo- precisamente fácil, ha terminado de pulverizar prejuicios. Ha demostrado, con su Zeolite, que pensando, simplificando la estructura interna y aplicando una larga experiencia se puede construir una vela "fácil", de altas prestaciones y ultraligera (2,85 kg. en talla S, un peso que no llega ni al menor de la ligerísima Hero 3-L de Air Design). Y se ha permitido incluso el lujo de derivar una versión estándar semiligera (Zeolite GT) que lastra aproximadamente lo mismo que su anterior buque insignia ligero en tres bandas: la reputada LM6. LA QUE SE AVECINA Lo que viene es una transferencia tecnológica desde la clase EN-D -y por supuesto la CCC- a los parapentes de categorías inferiores. Siempre ha sido así, pero huele a una mayor conexión en lo que al uso del sistema de construcción 2 bandas se refiere. El fabricante australiano Flow acaba de presentar su híbrido 2-3 bandas homologado EN-C, de nombre “Fusion”. Es fácil aventurar que se trata solo del primero de una larga lista de nuevos desarrollos. Los cambios en la normativa y el procedimiento de homologación, entre los que aparentemente está permitir el uso de líneas de plegado para certificar parapentes por debajo de la categoría EN-D, auguran una mayor riqueza de diseños y, por tanto, que el sistema de construcción 2-Line pueda extenderse más allá de las velas avanzadas. Que lo haga abiertamente o no depende de multitud de factores, entre ellos las demandas y aceptación del mercado aunque especialmente de lo atractivo de la oferta por parte de los responsables del desarrollo. Permaneceremos muy atentos, pues se espera la presentación inminente de parapentes EN-C de la mano de diferentes firmas y no tenemos muy claro con qué nos van a sorprender. Pero sin duda lo que ofrezcan se verá reflejado en sus modelos más básicos, a los que espera un futuro prometedor e incierto en lo tocante a conjugar un rendimiento siempre creciente con la elevada seguridad pasiva que anhelamos todos los pilotos. Tanto en este blog como en el de www.vecparapente.com os mantendremos informados de las novedades en el mundo del vuelo libre. José I. Gordito |
AutorBlog del alpinista, piloto de parapente, fotógrafo y cámara José Isidro Gordito ideado para compartir pruebas de material, consejos y astucias que conviertan la estancia en la Naturaleza en momentos seguros y placenteros. Archivos
Mayo 2023
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