Las peligrosas condiciones estivales de la alta montaña con, sobre todo, constantes desprendimientos en el Macizo del Mont Blanc, han hecho que volviese a mi memoria este texto escrito hace ya algunos años pero que hoy se convierte en completamente actual. Una reflexión personal que considero válida no sólo para acometer rutas de alpinismo, sino para cualquier otra modalidad practicada en la Naturaleza que, como sabemos, siempre impone sus condiciones. Espero resulte de utilidad. A menudo vuelve a mi mente una frase brillante, perpetrada como si tal cosa por la boca de aquel jefe sarcástico y socarrón, amigo de los chascarrillos, que tuve mientras trabajaba en una tienda de material de montaña siendo aún un pipiolo. El “prenda” tenía para todo y para todos, y cada vez que la méteo se torcía o alguien, en acto de servicio montañero, se hacía daño o incluso se mataba porque el decorado no estaba en condiciones, espetaba un “Si es que al monte no hay que salir cuando se quiere, sino cuando se puede”… ¡y se quedaba tan ancho! Lo grave es que al tipo no le faltaba razón y, como en ese caso, aquélla, y otras de sus citas celebres, con las que se despachaba día a día, se me grabaron a fuego y se abren paso para salir fuera del baúl de los recuerdos cuando menos lo espero. PERO... ¿A CUENTO DE QUÉ VIENE TODO ESTO? Muy sencillo. El otro día fui a dar un paseo por la montaña con dos amigos. Teníamos la intención de escalar, pero no llevábamos una idea concreta, pues dejábamos la última palabra al estado de las paredes, que suponíamos cargadas de materia avalanchosa a la vista de las nevadas y el viento de los días precedentes. Estábamos en un macizo pequeño, de altitudes modestas, por el que hemos campado a nuestras anchas las últimas dos décadas. Parecían tres motivos para “perder la memoria” e incluso “el respeto”… pero preferimos no tentar la suerte. Cornisas, placas de viento inestables y otras delicias no invitaban a degustar los manjares que escondían debajo, y cuyo estado no justificaba en ese momento, ni incluso en otro en que estuviesen mejor horneados, asumir el riesgo. Elegimos “jugar” sobre unos cortos resaltes de hielo por los que nos hemos subido en diferentes condiciones, de diferentes maneras, con distinta compañía –algunas veces sin ella- a lo largo de los años, y dejamos de hacerlo cuando continuar también nos pareció imprudente. Disfrutamos de un bonito día, de nuestra compañía, de dar rienda suelta a la imaginación practicando ejercicios que casi nunca se tiene la oportunidad de hacer… Llegamos a casa sanos y salvos. Y probablemente nos equivocamos porque, a buen seguro, algunas rutas de calidad estarían en excelentes condiciones para ser escaladas. O no era esa la jornada en que todo osaría “ponerse” en movimiento. U otros alpinistas más audaces, con ese sexto o séptimo sentido que a nosotros nos falta, hubieran sido capaces de dilucidar que no era hora de que la gravedad, la presión, la temperatura… hicieran su trabajo. RENUNCIAR Decir NO es una tarea difícil. Un profesional lo tiene, o debe tener, bastante claro, pero cuando uno ejerce “de deportista”, las presiones… ¡se multiplican! Que si sólo tengo estos días, que si ya que estamos aquí, que si con la “pasta” que nos hemos gastao en venir, que si fulanito se metió ayer y no le pasó “ná”… Disfrutar del viaje, entendido como el conjunto de vivencias que se tienen aunque no se acometa la empresa prevista es, sin duda, algo bello. Dota de un gran aprendizaje, especialmente si se analiza con método y rigor lo que ocurre en el medio, aunque no se esté presente. El estudio de los días previos, y de aquéllos en que se “renuncia” aumentarán nuestra experiencia y ayudarán a tomar decisiones futuras. Un pensamiento excesivamente positivo, pero sin análisis ni espíritu crítico, no es bueno: “con este ventarral ya he despegado con mi parapente otras veces”, o “con riesgo 4 de avalancha ya he escalado en Gavarnie o Pineta en distintas ocasiones”… ¡y nunca ha pasado nada! Generalizar da una falsa percepción de la realidad. Eso sí, tampoco es adecuado, de cara al rendimiento deportivo, una mentalidad excesivamente conservadora. En el equilibrio está la clave, pero siempre siguiendo la máxima de no “jugársela” más de la cuenta. Nuestras actividades son, de por sí, demasiado arriesgadas como para introducir más elementos. Días malos, viento intenso, turbulencia, cordadas que nos preceden, montaña avalanchosa (+ vientos cálidos + días soleados rayando la primavera)… son motivos suficientes para pensárselo. Quizás no para renunciar… ¿O sí? José Isidro Gordito
2 Comentarios
Cheroky
8/20/2019 11:26:11 pm
Sabia reflexión hermano.
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Josito
8/21/2019 10:41:37 am
Así sea bro. Un fuerte abrazo y gracias por participar!
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AutorBlog del alpinista, piloto de parapente, fotógrafo y cámara José Isidro Gordito ideado para compartir pruebas de material, consejos y astucias que conviertan la estancia en la Naturaleza en momentos seguros y placenteros. Archivos
Mayo 2023
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