Rook fue el primer producto que lanzó al mercado la firma eslovena de los hermanos Valic. Dirigido a un segmento exigente y con un importante nivel de ventas, ha mantenido su nombre tras dos generaciones que acaban de renovarse con una tercera. Esta última, basada en el Queen 2, modelo EN-C de la marca que pudimos probar hace un tiempo, viene dispuesta no solo a poner en jaque a la segunda torre (Rook 2), sino a intentar situarse en lo más alto de la categoría en lo que a rendimiento se refiere. Triple Seven ha modificado por completo la imagen de sus alas y la Rook 3 no ha quedado al margen. Base monocromo lisa, dos bandas en color contrastado (tres en el caso de la Gambit, que también luce intradós blanco) prácticamente en cada uno de los flancos, además del nombre del modelo en el extradós, sustituyen las coloridas combinaciones anteriores. El sobrio resultado pretende ser más que visual: persigue reducir el número de costuras que, como se sabe, incrementan la permeabilidad al aire de la estructura. El Rook 3 se presenta en tres elegantes combinaciones y según Urban Valic se ha convertido en un ambicioso proyecto para 777, pues en la casa consideraban que la versión 2 necesitaba un sucesor digno. Su misión fue conservar las características de rendimiento y manejo de la Queen 2 pero ofreciendo un parapente adecuado a los pilotos EN-B que acostumbran a tener un umbral de tolerancia en aire agitado algo menor que los pilotos EN-C, y por tanto una superior necesidad de comodidad en vuelo. El resultado es un parapente clase B destinado a cubrir el segmento superior de la categoría, lo que coloquialmente se conoce como B+ o B “alto”. La segunda generación iba igualmente dirigida a ese nicho de mercado, pero con esta “Torre 3” Triple Seven ha echado el resto. Y lo ha echado manteniendo el alargamiento (5.6 puntos) pero aumentando el número de cajones en 4 (ahora 61) y diseñando una estructura con varillas más cortas, lo que también reduce el peso y aporta compacidad en el transporte; optimizando las líneas combinando resistente Dyneema en las A´s y B´s (el área que lleva más carga) con Magix Pro de aramida en las C´s para conseguir una mayor estabilidad dimensional; empleando bocas de cajón retrasadas (sistema BPI, el Shark Nose de 777) para un mejor mantenimiento de la presión interna (a lo que se suma, según 777, que no haya fugas de aire por las costuras adiciones que supondría el corte de paneles de diferentes colores) desembocando en una mayor estabilidad en todos los ángulos de ataque y una mayor resistencia a las plegadas, etc. Los frutos de este desarrollo están empezando a llegar, y la Rook 3 está causando expectación y demostrando solvencia. Sin ir más lejos se ha convertido en la primera clasificada de la edición 2020 del Campeonato de España de Velas B, y por ello -entre otros motivos- no nos hemos podido negar a conocerla en profundidad tras el ofrecimiento de su importador. UN PASO ADELANTE Comparando el Rook 3 con el parapente al que sustituye podemos hablar de mejoras significativas en lo tocante a presión interna y rendimiento. El pilotaje con las bandas traseras ha experimentado un notable avance, pues controlar el ángulo de ataque con el BC system (un sistema de poleas que al bajar las C´s también actúa sobre las B´s, similar al que incorporan otras firmas pero que ha variado con respecto a la variante “de puente” ofrecida en la Queen 2, por ejemplo) resulta cómodo e intuitivo, se acelere o no. La limpieza de la construcción se hace patente no solo en un menor número de cortes. La cinta de remate y refuerzo del borde de fuga es más fina y estrecha. Los puños de freno todavía más ligeros y flexibles. Las poleas de reenvío de las líneas de freno son ahora anillas cerámicas… Ello ha contribuido, a pesar del aumento de cajones, a una rebaja de peso de unos 800 gramos en la misma talla que probamos (MS). Aunque para ser precisos se debe apuntar que ha habido una redistribución de rangos de peso debido al incremento de medidas, pues la Rook 2 tenía 4 tallas y la Rook 3 tiene 5. La nueva Rook recuerda más a la Queen 2 que a su antecesora. Tuvimos oportunidad de probar la EN-C hace poco y esta R3 es muy parecida, aunque con un alargamiento inferior. El BPI, el tacto de sus mandos, sus prestaciones… Casi todo parece indicar que se vuela una pequeña Queen, por supuesto con una homologación más benévola. AL DESPEGUE Para quienes conocen la saga Rook esta nueva versión no será una sorpresa salvo, quizás, porque se ha dulcificado el despegue. Las diminutas y retrasadas bocas de cajón, además del incremento de cajones, procuran un inflado tan progresivo que el piloto no se ve sorprendido, incluso con viento intenso. Ofrece un punto duro cuando se encuentra a medio camino hacia la vertical que requiere algo de tracción extra. Arriba, la vela no adelanta y se mantiene sobre la cabeza. No obstante sustenta y quiere salir a volar con diligencia. En oposición al dinamismo que ofrece en vuelo, en el suelo parece “inofensiva”. Aunque personalmente prefiero traccionar exclusivamente de las A´s centrales para elevar el parapente en el despegue, esta Rook 3 puede precisar tirar de las contiguas en algunas ocasiones, especialmente con poco viento. Con brisa o sin ella el parapente sale a volar con mucha suavidad, transmitiendo confianza desde el primer momento. EN VUELO El primer toque a los frenos ya aporta una idea clara de lo que se puede esperar de la Rook 3. La presión es de leve a moderada, incluso con la vela cargada. Sin embargo la respuesta es inmediata. Tanto que es fácil notar un lanzamiento que debe corregirse replicando con el mando exterior. Cuando se alcanza el equilibrio, el parapente gira bastante plano. Pero el comportamiento inicial puede sorprender a pilotos que apliquen demasiada autoridad en los frenos. El alabeo no es pronunciado, pero el movimiento se produce súbitamente y con relativa energía. El ala lleva bastante presión, pero no se percibe una altísima rigidez. El borde de fuga no parece ir demasiado presurizado, al menos a simple vista. Algo que sin duda incide en ese tacto agradable de los mandos. La agilidad es asombrosa, pero se aprecia una leve descoordinación entre los dos planos pues parece responder primero uno y después el otro. De nuevo una característica que sigue recordando a su hermana mayor Queen 2. Las tasas de caída y ascenso son muy buenas, e inducir wing overs y barrenas es muy divertido, pero ojo: la energía desbordante que acumula el Rook 3 obliga a una perfecta temporización y requiere la intervención de un piloto experto. La salida de la barrena no es espontánea tras la liberación del freno interior como en otras aeronaves de la misma categoría. Operar sobre el mando exterior, además de hacer una buena disipación, es fundamental. Por supuesto no es tan apreciable como ocurre en velas de categorías superiores, pero esta Rook 3 tiene una buena disposición para transformar en ascenso los cabeceos que producen los movimientos de la masa de aire. La vela sometida a la maniobra de orejas, al menos en esta unidad de la talla MS que probamos (también puede verse en vídeos de alguna otra de la misma talla testada por probadores extranjeros) no se ha mostrado nada estable. El tejido flameaba de manera importante pero también es verdad que salieron sin demasiada intervención del piloto. Este punto contrasta notablemente con unidades de la talla ML como, por ejemplo, la de nuestro colaborador Guillermo Niño. En su parapente se muestran mucho más estables y sin esa molesta tendencia al flameo. Como hemos apuntado, el mando es muy directo pero aun así el recorrido es relativamente largo -lo que es acorde con su categoría- con un punto de pérdida lejano y perfectamente identificable. NAVEGANDO Destaca por una buena flotabilidad: pierde pocos metros mientras se rastrean térmicas en condiciones flojas. En condiciones turbulentas es más fácil que su predecesora. Sólida, con menos tendencia a que sus puntas plieguen, incluso con poca carga, superando en ese sentido no solo a la Rook 2; también a la Queen 2. A pesar de todo ofrece un ligero movimiento oscilatorio en el eje vertical que produce algunas inercias. Como si la vela intentase abrirse paso primero con un plano y después con el otro. No se aprecia claramente mientras se pilota, pero se percibe cuando se observa la progresión desde el exterior. Aun así es cómoda y atraviesa la masa de aire sin apenas alabear. La amortiguación del cabeceo es muy alta y el ala apenas abate incluso en térmicas potentes, quizás debido al BPI. Al entrar en térmica se retrasa ligeramente. No es demasiado, pero en ningún caso se puede hablar de un mordiente agresivo más fácil de ver en categorías superiores. El giro es inmediato y, como decíamos antes, resulta necesario administrar el mando con suavidad e incluso cadenciar con el mando exterior. Cuando la vela choca con una térmica sufre un pequeño movimiento en el eje vertical que provoca también un ligerísimo alabeo y requiere acciones del piloto para buscar estabilidad y elegir el mejor momento para iniciar el giro. A pesar de la inmediatez y de un comienzo que parece violento, el parapente vira relativamente plano y consigue una tasa de ascenso competente. De un parapente tan amortiguado podría pensarse que la información que se recibe no es muy elevada. Sin destacar en ese sentido, el Rook 3 ofrece unos datos relativamente precisos, aunque en ocasiones puede echarse en falta algo más de sensibilidad. El acelerador, de accionamiento blando en el primer tramo pero duro en la segunda parte, permite una buena ganancia. Alrededor de 15-16 kms. sobre la velocidad trim. He podido volarla con dos arneses distintos (uno de competición, otro ligero para uso en montaña) y diferentes cargas alares y se ha mantenido muy homogénea en cuanto a comportamiento. Cargada (hasta unos 2 kg. por debajo del máximo) parece una vela de categoría superior, pues se mueve con mayor velocidad y precisión. Un poquito por encima del rango medio permite sobrevivir en condiciones marginales, manteniendo sus características de giro. Eso sí, es más fácil que las puntas pierdan algo de presión. Considero que un arnés intermedio, de los destinados al vuelo de distancia, representa un compromiso ideal entre estabilidad y sensibilidad. Uno ligero o ultraligero para uso en montaña quizás amplifique algún movimiento parásito y uno pesado para competición, que aporta un gran rendimiento aerodinámico, filtra demasiado lo que ocurre en la masa de aire, cosa que no beneficia demasiado a la Rook 3. A pesar de ser una vela dinámica también es muy amortiguada en casi todos sus ejes. Contar con los datos que aporta una silla de peso medio y cierta sensibilidad es una herramienta adicional interesante. Para concluir esta sección, hablar del aterrizaje: es bastante sencillo incluso sin viento, y la vela ofrece un buen redondeo gracias a una correcta reserva de energía. Muy acorde con su categoría. CONSTRUCCIÓN Y ACABADOS El Rook 3 destaca por unos acabados bastante limpios. Las bandas, algo rígidas (Kevlar 13 mm.) y pesadas (el sistema BC system añade gramos), son más anchas en su base y van identificadas con colores diferenciados (izqda./dcha.). Los cordinos que no llevan funda están protegidos parcialmente en su anclaje en los maillones (el del freno, que es muy fino, también, para evitar el corte por contacto con el elemento metálico que va anclado). Las líneas del rango C llevan un bucle para restablecer el calado a lo largo del tiempo en caso de acortamiento, lo que en general se producirá pasadas muchas horas y primordialmente en los cordinos de Dyneema debido al empleo de muchos en aramida MagixPro. El borde de fuga tiene cintas estrechas y pequeñas anillas de fruncido. Los extremos de los estabilos incorporan, en el borde de fuga, unas pequeñísimas aperturas con velcro para vaciar el interior de arena, ramitas o pequeñas piedrecitas. Los mandos tienen un tamaño medio y son muy blandos. Agradables pero tienden escurrirse de la mano con determinados guantes, sobre todo los que tienen piel en la palma. Van equipados con quitavueltas y fijados con broches magnéticos con raíl (Snap Lock Magnets). El reenvío del freno es de longitud media que permite un pilotaje convencional, pero personalmente agradecería uno más largo (lo reconozco: no es nada frecuente en esta categoría) para explorar opciones avanzadas de pilotaje. El cordino pasa por una anilla cerámica que no siempre deja el ojal en la mejor posición y puede producir algo de fricción. Las poleas del acelerador son Harken P18. Los ganchos Brummel son los habituales de la marca, con muy poco espesor. Fabricado en duradero Dominico 20D MF, con Dominico 30 D MF en el borde de ataque. Costillas, diagonales y minicostillas van montadas en Porcher Skytex 40 Hard. El suspentaje combina Liros PPSL y Edelrid A-8000-U. PILOTOS A QUIENES VA DESTINADO El Rook 3 es un parapente muy competente para uso en competición (en su categoría, evidentemente). Un ala con la que completar vuelos de cross incluso mano a mano con velas EN-C. Es una sport intermedia de altas prestaciones desarrollada con la misma tecnología que el fabricante incorpora en algunos de los parapentes que ocupan categorías superiores. Muy adecuada para pilotos con talento y experiencia en la categoría EN-B, para quienes vuelan una B+ pero no se atreven a dar el salto a una EN-C y para pilotos con experiencia que descienden de categoría pero buscan una aeronave con alta seguridad pasiva y mucho rendimiento. Guillermo Niño, uno de sus usuarios, dice de ella: "me está sorprendiendo muy positivamente. Solo he podido volar en condiciones débiles de otoño-invierno, pero puedes sentir que es un parapente bastante especial. Transmite información de lo que pasa a tu alrededor, pero sin ser abrumador. Es muy equilibrado en el eje de cabeceo y con un mando muy directo. La vela es rápida y planea muy bien. Se siente muy compacta y transmite mucha solidez, incluso acelerada. En el manejo en tierra y el despegue es muy fácil si bien tiene un punto duro como a unos 45 grados de elevación y necesita un poco de tracción para subir completamente. Tiene una muy buena restitución de energía en el flare y permite posarte con mucha suavidad". Se fabrica en 5 tallas y 3 combinaciones de color (de serie). Más información en: https://777gliders.com/gliders/rook-3/ Agradecemos la colaboración de Guillermo Niño y por supuesto la del distribuidor www.parashop.es quien ha puesto a nuestra disposición el Rook 3 MS probado para este análisis. Por otro lado, si estás interesado en probar o adquirir un parapente, o ser asesorado sobre lo que más te conviene en el arte del vuelo libre, en VOLAR EN COMPAÑÍA www.vecparapente.com estarán encantados de ayudarte. José I. Gordito
1 Comentario
La Zeolite es una vela muy especial ideada para las competiciones de H&F de alto nivel y las aventuras de vuelo vivac más extremas. Es tremendamente ligera y solo su talla ML pasa de los 3 kilos de peso. Una apuesta tecnológica con una compleja estructura interna sobre un perfil basado en el de la reputada Zeno, aunque con múltiples modificaciones. Con un alargamiento de 6,7 se muestra tremendamente fácil en el suelo y puede despegar y aterrizar en lugares reducidos gracias a su masa y su controlable vuelo parachutado. Hemos tenido oportunidad de exprimirla en unos vuelos de larga distancia que nos han mostrado su comportamiento y cualidades antes de afrontar turbulentas sesiones de montaña y brisas de valle, su terreno predilecto. Se trata de una vela de 2 bandas con un comodísimo pilotaje "a las traseras", que se fabrica en 2 colores y 3 tallas (cubren entre los 65 y 105 kg). Próximamente un análisis completo y consideraciones y opiniones de usuarios tanto de esta versión como de la GT, una serie más robusta, longeva y asequible nacida de la Zeolite original. ¡Seguiremos informando! Más datos en: Zeolite Si buscas información sobre el mundo del vuelo libre puedes consultar el blog de: www.vecparapente.com José I. Gordito Aunque este parapente lleva un tiempo en el mercado, no podía perder la oportunidad de compartir contigo algunas de mis sensaciones al probarlo. Como sabes soy un enamorado de los equipos ligeros, de las herramientas para hike&fly y las aeronaves creadas para cross country. La curiosidad me empuja a informarme de los avances propuestos para el sector por los mejores fabricantes. Y si mis impresiones te resultan de utilidad, el premio es doble. Como apuntaba en el test de su hermana pequeña, la deportiva Explorer, es habitual que los fabricantes produzcan un ala en construcción tradicional y declinen una versión ligera. Pero como ocurría con aquella esta Camino es, igualmente, “otra cosa”. Es cierto que, siendo estrictos, el Explorer no tiene versión de parapente “normal”. Pero en el desarrollo del Camino la casa ha trabajado duro por ofrecer algo que también sea muy distinto. Aunque basado en su Bonanza 2, ha evolucionado para convertirse en un artículo aparte pues no solo difiere de aquél en su confección con tejidos ligeros. La construcción interna y el diámetro de sus líneas han sido optimizados a pesar de que, como en su hermana Bonanza 2, la mayoría de bloques de tres cajones están conectados con cintas de carga cruzadas que ayudan a conservar el arco incluso cuando se acelera al máximo. Como en cualquier vela de bajo gramaje, el cabeceo es reducido. Menos inercias hacen que la adaptación a la masa de aire sea suave y progresiva, sin movimientos de amplitud. Sin embargo el Camino, con sus 71 cajones, no es un parapente extremadamente liviano. Con el desembarco de las velas ultraligeras para competiciones tipo X-Alps las “ligeras” ya no lo parecen tanto. He probado la talla M, que pesa 4,350. Esta masa puede reducirse 200 gramos si se escogen las bandas opcionales ligeras de dyneema, elementos que además disminuyen el bulto del equipo. Pero, para ser sinceros, el resultado no es tan "light". Con ese valor numérico está claro que el Camino será el objetivo no solo de pilotos que quieran viajar ligero o caminar y volar fuera de circuitos de competición H&F “extremos”. Seguro encontrará muchos adeptos en los fanáticos de la distancia, tanto en montaña como en llano, que busquen un parapente aún más estable en cabeceo y compacto en la mochila que el Bonanza 2. Homologado EN-C, está en lo más alto de la categoría quedando enmarcado en el segmento sport avanzado pero sin ofrecer un comportamiento muy exigente. Me atrevería a decir que los cambios han dulcificado las reacciones de la vela “clásica” (aunque semiligera) de la que deriva. OBJETIVO Gin Seok Song, alma máter de GIN y diseñador de la vela expone que su meta al crear el Camino era “combinar la agilidad del Explorer (EN-B) con el rendimiento del Leopard (EN-D) en un paquete ligero”. Aunque de su texto pueden extraerse múltiples lecturas, la esencia parece indicar que no querían lograr una vela que rivalizase en prestaciones con su serial, sino ofrecer un elemento ágil similar en eficiencia cuando se hace uso del acelerador. Teniendo muy presente el comportamiento de la talla XS del Explorer puedo decir que el Camino talla M no llega a la agilidad “ratonera” de la EN-B. Pero a su tacto directo y suave suma una indiscutible superioridad en rendimiento. Con mayor alargamiento (6,44 frente a 6,1) no se muestra mas exigente, más bien al contrario, sobre todo en despegues y aterrizajes. Debo reconocer que mi toma de contacto con el Camino fue un tanto desconcertante. Los primeros minutos bajo la vela me ofrecieron una amortiguación extrema que ocultaba matices. La adaptación a la masa de aire con movimientos elásticos en bloque restaban sensibilidad y hasta que no varié la carga alar en sucesivos despegues no logré fundirme con ella convirtiéndonos "en uno”. Excepto la talla L, que ofrece una horquilla de 25 kilos, las demás tienen un rango de 20 pero aconsejo -también después de hablar con varios usuarios- llevarla muy cerca del límite superior. Cargada aumenta su precisión, el mando es más directo y desde mi punto de vista la capacidad en ascenso no se ve penalizada porque el giro es más eficaz, manteniéndose bastante plano. Las puntas, que cuando va un poco descargada o en el centro de la horquilla son algo flexibles, mantienen mejor la presión. El Camino planea con mucha suavidad. Flota mucho. Se nota compacto, aunque no demasiado rígido. Por otra parte, como dice Cristian Bibián, uno de sus propietarios: “es una vela bastante activa a la par que dócil y, en mi humilde opinión, bastante segura”. Cristian no pretende decirnos que el Camino le dé mucho trabajo, pues se adapta bien a la masa de aire y sus movimientos son de escasa amplitud. Sin embargo apunta la viveza derivada de su construcción, que se intensifica con el uso de arneses ligeros para hike&fly pero se reduce en cierta medida si se emplean sillas carenadas de competición. Por otro lado sus movimientos delatan la presencia de ascendencias, que aprovecha muy bien gracias a una buena habilidad “escaladora”. He podido probarla con dos arneses distintos y diferentes cargas alares y, aunque la estabilidad mejora con una silla carenada de competición, con una ligera para montaña, para la que obviamente parece estar diseñada, mantiene un buen compromiso entre sensibilidad y estabilidad. Eso sí, mejor llevarla siempre -como se indica en diversos apartados de este texto- bien cargadita. Un cuidado estudio de la talla en función de nuestro peso total en vuelo se hace imprescindible si se quieren obtener las máximas prestaciones y comodidad. Un arnés semiligero para cross, de los de nueva generación, ofrece igualmente un magnífico equilibrio para este tipo de parapente. De hecho, me atrevería a decir que es el tipo de silla más indicado. AL DESPEGUE El manejo en el suelo es uno de los detalles más sorprendentes del Camino. Me pareció un parapente dócil para su alargamiento. Con poco viento sube diligente y de forma suave. Se mantiene arriba con poca atención. Mario Moreno, uno de sus usuarios que además lo empleará en la edición 2020 de la Dolomiti Superfly, avala esta opinión "el despegue sin viento es excelente". Cuando el viento es más intenso la actitud del piloto debe cambiar pero en ningún caso me ha parecido una vela violenta, sino muy dosificable y sencilla de controlar. Los cambios aplicados han permitido fabricar un parapente menos técnico que el Bonanza 2 en ese sentido. Superada la fase de estabilización el despegue -del mismo modo que lo es el aterrizaje- se muestra fácil. El cabeceo está muy amortiguado y prácticamente no hace falta usar los mandos, que ofrecen un tacto blando pero firme y una longitud y recorrido ideales para vuelos de distancia de larga duración. NAVEGANDO El Camino se mueve con mucha suavidad. Como decíamos antes, se nota compacto aunque no demasiado rígido. Ofrece una gran sensación de “flotabilidad”. El giro es gradual y, también, agradable. En turbulencia los movimientos llegan muy amortiguados al piloto. En ocasiones la vela oscila en bloque adaptándose a la masa de aire y puede plegar alguna punta, situación que se corrige al aumentar la carga alar. La navegación también mejora cuando más cargada vaya. De media carga (por debajo del centro tampoco aconsejo llevarla excepto en condiciones prácticamente “muertas” de invierno, por ejemplo, pues con más masa luce todo su potencial) hasta un margen de unos 5 o 7 kg del tope es difícil mantener la trayectoria. En ningún momento progresa erráticamente, pero obliga al piloto a realizar más correcciones que cuando se lleva 1 o 2 kg por debajo del máximo. Con esa carga el trabajo se reduce, aumentando la comodidad y la confianza. El pilotaje a las bandas traseras es algo que se ha transferido de las velas avanzadas a todas las categorías hasta aproximadamente la clase B+. Aunque el Camino no incorpora un sistema específico como bolitas, asas, cilindros u otro medio similar, puede volarse de manera activa mientras se acelera. El fabricante ha previsto un sistema (denominado de bandas inteligentes) conectado con la banda posterior que actúa sobre los rangos C y B simultáneamente sin deformar el perfil. Unos cordinos y anillas cerámicas crean un sistema de poleas que alinea el trabajo y desmultiplica la fuerza a aplicar, que debe hacerse bajando el sistema (con los pulgares hacia arriba y hacia atrás) y no traccionando hacia atrás. Comparado con el uso de los frenos el ingenio es bastante físico, pero eficaz. Si bien puede resultar un poco molesto para el meñique. Personalmente, aunque estoy acostumbrado a trabajar activamente con las bandas posteriores, no me ha resultado tan cómodo e intuitivo como otros “tiradores”. La reducción de peso y volumen conlleva un minimalismo que es necesario aceptar. Ah, si pretendes evitar el empotramiento de tu meñique olvida la tentación de colocar tu pulgar sobre los receptáculos de los imanes de la banda y traccionar de la parte superior de la misma: no conseguirás ningún efecto. Como decía, el sistema está pensado para bajar la mano hasta la “V” definida por las bandas y el cordino blanco de dyneema en su unión, y bajar el conjunto para controlar ángulo de ataque. El parapente responde correctamente viento en cara. Es cierto que no se puede esperar el funcionamiento de una EN-D o CCC en esa situación, pero la velocidad es muy digna y la tasa de caída bastante buena. Se nota que el rendimiento ha sido una de las prioridades de GIN en el desarrollo de esta vela. El acelerador, equipado con poleas Harken (protegidas con fundas elásticas), es blando y fácil de accionar tanto con arneses ligeros como de competición. Empujado “a tope” ofrece una ganancia de unos 14-15 km/h sobre los aproximadamente 40 kilómetros que entrega el parapente “a mandos sueltos”. La entrada en térmica, incluso potente, no provoca demasiado retraso. Es bastante neutra, sin un mordiente agresivo también quizás debido al bajo gramaje del tejido. Sube bien, con un mando agradable. Mario Moreno destaca esta característica del Camino como una de las más sobresalientes. No obstante considero que es más eficiente en térmicas suaves que en núcleos estrechos y violentos. Su giro es plano y eficiente, pero requiere un buen radio. Las orejas son estables sin el importante flameo de su hermana menor. La mejora en ese sentido es importante. El punto de pérdida está muy lejos y es perfectamente identificable. Aunque es una vela que permite aterrizar en espacios pequeños, su flotabilidad y capacidad para planear sugieren que el piloto se familiarice con sus prestaciones. La restitución de energía en el aterrizaje es muy buena y las tomas acostumbran a ser suaves y controladas, incluso sin viento. DETALLES Como es habitual en el fabricante coreano, el Camino está muy bien construido. Por supuesto exige mayor atención al suelo en que se emplace para despegar que parapentes confeccionados sobre tejidos de mayor gramaje, como por ejemplo el Bonanza 2. Pero bien mantenida su tela ofrece bastante longevidad. Cuenta con tejido Porcher Skytex 27 en el intradós y una combinación de 32 y 27 en el extradós. Las líneas son de aramida, con diámetros optimizados y fundas exclusivamente en su inserción en los maillones de las bandas. El uso de aramida es un buen detalle por su estabilidad dimensional, pero no está exento de mantenimiento: sugiero revisar frecuentemente para advertir cualquier símbolo de deterioro, especialmente si se despega en lugares pedregosos, abundantes en montaña. Los elevadores (se trata de una pura 3 bandas, con 3 líneas a través de la envergadura) llevan maillones metálicos y son convencionales, por lo que la absorción de la torsión es muy buena y así los movimientos de la vela llegan en cierta medida amortiguados al arnés. Las A´s centrales llevan una funda en tejido de color rojo que permite su rápida localización, además de identificar el modelo con su nombre. Banda derecha e izquierda también van identificadas con códigos de color (rojo-azul) y son más anchas en la zona de anclaje al mosquetón. Existe, como opción, la posibilidad de colocar bandas ligeras de dyneema con las que el peso se reduce 200 gramos. Incorpora morro de tiburón clásico con dos varillas cruzadas de Nitinol y tensión optimizada en el borde de ataque que complementa la Tecnología de Presión Equilibrada (EPT), aplicada por el fabricante en el cálculo de sus perfiles donde intenta combinar estabilidad y rendimiento. Minicostillas en el borde de fuga, que incorpora cintas de fruncido-plisado en la línea de freno todo ello para un mejor pilotaje y rendimiento. Los mandos son los habituales GIN relativamente blandos y de buen tamaño. No llevan quitavueltas. Se unen a las bandas con unos imanes que algunos usuarios consideran incómodos y engorrosos en el suelo por su escasa capacidad para inmovilizar con firmeza. El reenvío del freno a las bandas es un poco corto, pero el tamaño parece suficiente para explorar diferentes tipos de pilotaje. No lleva polea sino anillo cerámico. Se recomienda controlar la fricción y el posible desgaste de la línea principal del freno con este tipo de elemento. En esta imagen se aprecia el mando o "asa" de freno típica de GIN; la ausencia de quitavueltas, el reenvío a las bandas con un cordino de dyneema y un anillo cerámico; el sistema de bandas inteligentes; las fundas de las líneas en su área de inserción en los maillones y la A central identificada con un textil de color rojo sobre el que aparece el nombre del modelo. FOTO: J.I.G. PILOTOS A QUIENES VA DESTINADA La Camino es una aeronave muy competente para XC, sea en montaña o en llano. Válida para quienes quieran transportar su equipo de modo compacto y para los apasionados de subir caminando a los despegues. No se trata de una vela ultraligera para competición, aunque sin duda puede satisfacer a muchos aficionados al H&F y el vuelo vivac donde no sea determinante llevar lo más liviano. Como dice el fabricante, el Camino “es apropiado no solo para pilotos que quieran volar lejos, sino a quienes también guste la aventura, ya sea el paramontañismo, el vuelo vivac o, simplemente, viajar rápido y ligero”. En función de la carga alar puede requerir algo de tiempo de adaptación y cierta experiencia si se quiere extraer todo su potencial. Pero su rendimiento es evidente: aparte de un poco de manejo en tierra y varios despegues y aterrizajes para familiarizarme con el Camino, las impresiones de este texto derivan principalmente de un par de vuelos de cross (216 y 155 km, respectivamente), que avalan tanto su competencia como la solvencia de unas opiniones que no han sido emitidas a la ligera. Rafa Salinas, otro de sus propietarios, dice que además de rendimiento este parapente ofrece una buena combinación entre “transmisión y amortiguación”. Un ala adecuada para pilotos con talento que vengan de una EN-B alta y estén buscando un parapente EN-C de manejo relativamente asequible pero situado en lo más alto de la clase en términos de rendimiento. O para pilotos con experiencia que desciendan de categoría y busquen una aeronave amortiguada y de altas prestaciones. Se fabrica en 5 tallas y 2 combinaciones de color (de serie). Más información en: https://www.gingliders.com/es/paragliders/camino/ Gracias a la inestimable colaboración de los pilotos propietarios del modelo que aquí aparecen, así como al distribuidor www.kasana.es pues sin la cesión del Camino en talla M este texto no hubiese sido posible. José I. Gordito Este texto alterna detalles ficticios con elementos reales. De corte literario, pensé presentarlo a algún concurso de relato corto pero como se trataba de enviarlo a medios con los que colaboraba habitualmente, hacerlo llegar no me pareció ético. Solo lo he mostrado en público un par de veces: a una redactora por la que siento mucho aprecio y a mi buen amigo David Torres, un escritor "de verdad", cuyas obras han recibido importantes galardones o/y un notable reconocimiento. Es cierto que David y yo hemos sido guionistas del mismo programa de televisión. Pero únicamente hay que comparar los textos de ambos para saber quién es un maestro y quién simplemente un aficionado a algo tremendamente serio que intento ejecutar con el mayor de los respetos. El texto es algo así como un homenaje a un bichito que no olvidaré jamás. Un miembro de la familia cuya marcha supuso uno de los mazazos más importantes que he recibido en mi vida. Espero que llegue a tu corazón, pues parte directamente desde el mío. SALIENDO DEL ABISMO La tarde anterior llovió sin parar. Mi padre lo confirmó por teléfono antes de que me sumiera en un profundo sueño. Lo cierto es que había creído escuchar algunas gotas en el cristal de la ventana, pero el sonido parecía tan lejano y llegaba tan amortiguado que fue incapaz de atraer mi atención. Los golpecitos no sirvieron para que me preocupase por investigar qué los producía y menos aún para sacarme del letargo en que llevaba tanto tiempo. Insistía en la necesidad de poner fin a esa actitud pasiva. En la obligación de moverme e irrumpir en el mundo exterior con la misma fuerza que desbordaba antes del accidente. La apatía que invadía mi cuerpo contrastaba con una prodigiosa actividad mental. El dolor me proporcionaba toneladas de material para una historia que crecía dentro de mí. Multiplicaba los hilos de un tejido infinito para el que algunos apuntaban un doble destino: ser libro y, a la vez, liberación. Concluí la novela sin haberla empezado, desoyendo los consejos de ese prestigioso terapeuta que sugería derrotar fantasmas del pasado con la simple ayuda de una pluma. Mis expectativas literarias se cerraron de golpe, como cerradas parecían estar las antiguas heridas. Atrás quedaron noches de insomnio y lágrimas y decepción. Días que también fueron noches. Las más frías, oscuras y vacías que hubiera vivido jamás. Nada consiguió detenerme aquella mañana. Ni el aroma del café recién hecho procedente de la cocina, ni su precioso cuerpo envuelto en sábanas blancas, ni sus sedosos labios llamándome con insistencia. Necesitaba salir, correr, partir hacia una búsqueda que nunca culminaría de seguir encerrado. Esa que llevaba gestándose más de un lustro en un interior vacío tras la pérdida de ese ser a quien tanto amé, y que tomó fuerza en las sombras de jornadas grises por unos minutos, pero negras prácticamente la totalidad de sus horas. Dejé todo atrás sin prever qué pasaría. Sin poner atención. Sin percatarme de que la cafetera seguía en el fuego y que la puerta quedaba entreabierta. En ese momento se trataba de dos detalles sin importancia, pero barrían de un plumazo mi fama de metódico y detallista. Horas después alcancé la base de la montaña. Sentí que me miraba, que me escrutaba por dentro, que analizaba mis fluidos indagando las razones que me llevaban hasta ella. La hermosa dama sabía que no se trataba de deporte o de reconocimiento o de afán por medirse. Conocía lo suficiente al insignificante humano que se encontraba de pie frente a su falda como para intuir que sus pretensiones no eran satisfacer sus más básicos instintos. A pesar de sus ojos lascivos o su aparente arrogancia. Sí, en verdad la contemplaba como un enamorado. Porque así me tenía desde el primer día que la vi. Un pretendiente con afán de conquista y la certeza de quien se sabe sin oportunidad. Era mucho arroz para tan poco pollo, y aunque me presenté con el pecho henchido, la inflamación contenía menos gallardía que miedo al fracaso. A pesar de la inseguridad que me invadía, mis piernas se movían con presteza. Mi cuerpo avanzaba de manera decidida, ataviado con el ridículo disfraz del alpinista, que no es otro que la panoplia de un soldado equipado para una batalla que, como en todas, hay vidas en juego. Pero yo no tenía nada que perder. Ya no me quedaba nada. O eso creía. Desde aquel lejano día no volví a ser el mismo. Pensaba, erróneamente, que perder una parte de la vida era perder toda la vida. El sol no había alcanzado su cénit, pero me cegaba sin cesar. No había manera de encontrar presas fiables en la pared utilizando la vista, y solo el tacto era útil para la progresión. Los ojos encharcados parecían anunciar la penitencia. La piedra surgió de la nada. Un leve silbido advirtió el inminente impacto. El casco crujió notificando su rotura. El resto siguió operativo pero un pedazo desapareció del lugar del choque, precipitándose al vacío junto al proyectil. La sangre brotó con timidez, pero pude percibir su tibieza en contacto con la piel. Acarició el párpado y el ojo se cerró de forma instantánea. Un fuerte olor a hierro bloqueó mi nariz y sacudí la cabeza en un intento de despertar de un mal sueño. El incidente no pasó de ahí, pero comprendí con claridad que la señora no me lo iba a poner fácil. La hemorragia se detuvo espontáneamente. La sangre coagulada se agolpó en la brecha, curiosamente hendida en el mismo lugar que la abierta el día del accidente. No quería debatirme entre si era casual o premonitorio, y por ello aparté el episodio de mi mente para centrarla en lo que aún estaba por llegar. Me sumergí en una especie de sueño consciente y proseguí la escalada. La piel que circundaba la herida estaba tirante y pegajosa, pero no sentía dolor. Nada estaba gravemente dañado excepto el orgullo, pues el suceso me mostraba con un uniforme grotesco donde el casco se asemejaba a la bacía de Don Quijote. Cubrí los trescientos cincuenta metros en minutos que parecieron segundos, donde se sucedieron movimientos sutiles y apoyos inverosímiles. Se descolgaron otras piedras, pero ninguna me alcanzó. Los pies se escurrieron en un flanqueo, pero se detuvieron como por arte de magia. Nunca hubiera imaginado ser capaz de encadenar esta vía con cuerda pero ahí me encontraba, en pelotas en todos los sentidos, alcanzando la nevada planicie de la cumbre. No llevaba botas, crampones ni piolet y sabía que el descenso sería complicado con los ajustados pies de gato. Pero, ¿quién pretendía bajar? El viaje planificado era solo de ida. Un camino pergeñado en un instante de locura pero programado metódicamente durante años con la finalidad de encontrar lo que había perdido aquel día. Y no para quedarme con nada, sino para devolver, a mi manera y multiplicados, cientos de regalos recibidos. Las nubes cubrieron el cielo. Un rayito de sol se abrió paso tímidamente entre los cúmulos congestionados para anunciar el sacrificio. Esa mañana salí de casa con la convicción de saber, por fin, lo que debía hacer. Las dudas se despejaron de golpe, como en ocasiones lo hacen las nieblas retirándose para mostrar en toda su plenitud la belleza de una naturaleza salvaje. La idea de su marcha me atormentaba. Sentía que debía haber sido yo, y no él, quien se fuese de aquella horrible manera. La cicatriz me lo recordaba a diario, reforzando mi dolor y evocando cada día, al pasar frente al espejo, que había contraído una deuda cuyo pago debía realizar después de alcanzar la cima de esa montaña. No estaba allí para cosechar nada que me beneficiase. Era una herramienta, un rehén que debía dar su vida para recuperar otra. Me acerqué al acantilado de la vertiente opuesta pero antes de hacerlo grité: ¡Llévame y tráelo de vuelta! El valle devolvió, amplificado, el violento sonido de un trueno. La señal inequívoca de que debía guardar silencio. De que debía esperar mi turno y seguir sus instrucciones. Quise responder, pero sucumbí ante mi propia inquisición. La misma que se había mostrado implacable llevándome hasta allí para expiar unos pecados que otros se afanaban en decir que no había cometido. Continué callado pero elevé los brazos pidiendo una señal. Me encontraba allí para algo a lo que estaba completamente decidido. Ella me anunció en sueños que haría efectivo el intercambio, pero el tiempo avanzaba y parecía incumplir su parte del trato. Fue entonces cuando apareció, correteando, adornado con su collar arcoíris. Me miró a los ojos, como siempre hacía. Esas dos bolitas de cristal se clavaron en mis pupilas derribando absurdas creencias. Tirando por tierra mis prejuicios, miedos y frustraciones. Demostrando lo innecesario de esa estúpida ascensión. De la cita o el acuerdo con una esbelta señora que no tenía ningún poder de decisión y que únicamente había sido testigo de algunas de nuestras andanzas. Antes de desaparecer entre sombras se detuvo un instante para lanzar una de sus sonrisas. Me hizo saber que no necesitaba lo que ya tenía, y fue entonces cuando me embargó un ápice de calma desde que la perdiera años atrás en el fondo de aquel barranco. Cuando recuperé el sentido después de la caída, al lado de su cuerpecito. Para buscarlo en esa cima había atravesado el umbral saliendo de una casa donde llevaba largo tiempo encerrado. Era nuestra cima. Allí quise confesar lo mucho que lo quería. Allí pretendí dar un amor que me culpaba de no haber entregado con suficiente intensidad. Sin embargo, lo único que descubrí fue cuán ignorante era si pensaba que él, con quien había compartido quince intensos años de vida, no sabía más de mi corazón que yo mismo. Se desencadenó una tormenta que me devolvió a la realidad. Bajé como pude y recuperé las zapatillas que, empapadas, descansaban en la base. Descomprimí los dedos y alcancé, corriendo, la civilización. En el descenso me sentí protegido, arropado por un velo invisible que actuaba como un escudo. Sé que era él. A pesar de su marcha, nunca había dejado de estar conmigo. Subí una montaña pretendiendo entregar algo y bajé recibiendo un preciado regalo. Uno que ya tenía, pero del que no era consciente. Hasta donde recuerdo, siempre ha sido así. Las montañas me han dado todo lo que tengo, incluso arrebatándome lo más preciado. José Isidro Gordito Esta historia de amistad, superación y aventura fue publicada hace tiempo en varios medios digitales y una revista. Desde entonces circula incluso por internet en el seno de algún blog. Ha sido “fusilada” sin ningún pudor aunque conserva misteriosamente la firma. Había pensado volver a escribirla, aglutinando lo que ocurrió a principios de la década de 2000 en esa preciosa montaña, pero al releer lo plasmado pensé que no quedaba nada por añadir pues lo que ocurrió, y lo que sentí, es lo que aquí aparece. Solo puedo hacer una pequeña disección final al modo en que ciertos autores comentan sus artículos compendiados en libros, o dedican un capítulo adicional en la reedición de estos. Por supuesto no es ninguna maravilla de la literatura de montaña, pero se trata de un relato sincero, colmado de sensaciones, que pretende huir del clásico contenido inaccesible para los no practicantes: el grado. Espero que, a pesar del tiempo que ha mediado, el artículo te guste. Ten la convicción de que si tuviese que redactarlo de nuevo las palabras serían parecidas y los sentimientos idénticos. ¡Ahí va! PIOLA-STEINER AL CERVINO. UNA HISTORIA... ¡DE NARICES! En su libro Estrellas y Borrascas Gaston Rébuffat la definió como "un maravilloso montón de piedras". Y, siendo cierto, eso solo se nota al mirarla muy de cerca. Desde el valle la gran mole del Matterhorn es esbelta, gallarda, y merecería, con permiso de otras elevaciones de los Alpes, ser la más alta de la cadena. Rébuffat acertó: es maravillosa; y por ello ha pasado a ser un símbolo, el de la montaña de formas perfectas que da la vuelta al mundo en filmaciones y publicidades. Tal vez por su enorme parecido a la montaña que todos dibujamos cuando somos niños. VOLVER A SER UN NIÑO De pequeños soñamos con hacernos mayores y, como en una burla a la vida, al llegar a cierta edad deseamos lo contrario. Nos encantaría evitar el paso del tiempo, en ocasiones incluso volver atrás, pero sin desprendernos de lo vivido, de lo aprendido. Menos aún de la inocencia. Del mismo candor que nos hace seguir siendo criaturas que se sorprenden con un amanecer; el que nos hace imaginar que cabalgamos aristas, que pisamos la cumbre de una montaña, o aquel que hace apasionarnos por algo hasta el extremo de obsesionarnos. Jugar a ser alpinista es volver a la niñez imaginando que algo es posible. Abstraerse de la vida diaria, del trabajo, de las presiones, de las obligaciones en forma de hipotecas, letras e impuestos… Igual que esos mocosos que salen de clase con la mente mientras su cuerpo sigue en el pupitre y vuelven a la hora del recreo con nuevas ideas en forma de juegos e ilusiones que compartir. Así nos pilló el destino un buen día de enero, afortunadamente sin profesora a la vista, a los dos críos que éramos Xavi y yo. Un día en que con los ojos muy abiertos y cara de asustados sellábamos el infantil compromiso de jugar al escondite en una pared de mil y pico metros a la que solo tocaba el sol un ratito al amanecer y otro al atardecer. Y de la que un prestigioso alpinista había dicho que era "un montón de piedras". Habíamos tenido un sueño pero dentro de nosotros había algo que empujaba a convertirlo en realidad. CLÁSICA O MODERNA La cara norte del Cervino, considerada uno de los tres últimos problemas de los Alpes, está limitada por dos impresionantes aristas. Al este se cierra con la ruta normal suiza, "la arista Hörnli", mientras que al oeste la barrera natural es una acrobática cresta llamada "Zmutt". La primera es el objeto de codicia de miles de montañeros y alpinistas que se acercan al Cervino con la intención de pisar su cumbre. La otra no es tan frecuentada, resulta más exigente y sin duda es más salvaje ya que carece del sobreequipamiento de la Hörnli. Ubicada en la cara norte y separada de la arista por anoréxicos hilos de hielo en comparación con la enorme pared de roca emerge la Nez de Zmutt. Una vista al Cervino desde el ángulo adecuado bastará para corroborar por qué razón se llama Nez=nariz. Y como cualquier nariz tiene techos, desplomes y pendientes. De hecho, si nos ponemos estrictos, solo le faltan las fosas en forma de dos graciosos agujeritos. La Nez es la parte más salvaje, comprometida y difícil de la montaña. Tres características perseguidas por los alpinistas más inquietos. A pesar de ello, y contando incluso que algunos ya habían puesto su mirada en este espectacular bastión, la nariz seguía sin ser escalada o intentada por nadie de nuestras tierras. Eso nos condujo a clasificarla de forma muy particular y subjetiva como un reto pendiente del alpinismo español. Un aspecto que, sin que fuera la razón principal de nuestra motivación, se mostraba como un aliciente. Hablar de Nez de Zmutt es hablar de una de sus rutas más emblemáticas: la "Cerrutti-Gogna", trazada valientemente por los dos alpinistas italianos del 14 al 17 de julio de 1969. Era nuestra propuesta inicial: escalar la nariz por una ruta larga, compleja y variada, con dificultades en roca, en hielo y en mixto. Para ello esperaríamos buenas condiciones durante el stage de verano para jóvenes alpinistas que organizaba el GAME en el Valais y, aunque sabíamos que era difícil que la semana programada coincidiese con la de buen tiempo, nuestra ilusión iba en aumento. Paralelamente estudiábamos croquis y otras posibilidades en la nariz. Yo llevaba mucho tiempo mirando la "Piola-Steiner" de la que decían que tenía buena roca, o al menos todo lo buena que puede ser en alguna parte del Cervino. Trazada en 1981 es de corte algo más moderno que la "Cerrutti…" y se apellida "Superdirecta", algo que personalmente me excita si hablamos de una gran ruta y una gran pared. Era momento de decidirse por la clásica o la moderna. Los argumentos de calidad de la roca, linealidad del trazado y cierta modernidad, unidos al sello que Piola deja en todas sus vías, convencieron rápidamente a Xavi. Restaba ir a Suiza y, tras preparar el material, ponerse bajo la pared, respirar profundamente y atreverse a dar el primer paso. ENCENDEDORES ANTIVIENTO A finales de julio estábamos buscando una sombra bajo la que escondernos en el soleado camping de Visp. El termómetro de la furgoneta marcaba 40 grados. No queríamos dejar nada al azar en la preparación del equipo, pero llenar la mochila de "por si acasos" significaba más peso y esa consiguiente ralentización del avance que puede implicar mayores riesgos. En lugar de dos cartuchos de gas de 250 gramos solo llevaríamos uno; en lugar de saco de dormir ligero una funda de vivac; exclusivamente una cuchara y una pequeña navaja como cubertería; una única cacerola que también haría las veces de taza… Habíamos planteado la posibilidad de llevar un pequeño petate para izar en la parte desplomada, pero valoramos la comodidad de transporte en la espalda de un elemento que se arrastraría por la pared durante 400 metros y se llevaría sobre los hombros durante otros 800, a los que se sumaría la aproximación y un largo descenso. Lo descartamos, pero si volviésemos a esa pared sin duda llevaríamos uno extremadamente ligero u otro transformable en mochila, aunque de características todavía difíciles –que no imposibles- de encontrar en el mercado. Los encendedores son una parte fundamental del equipo cuando se vive en pared y no escatimaríamos llevar una buena cantidad. Bueno, eso pensábamos hasta que enseñé a Xavi mi maravilloso encendedor antiviento. Fueron tantas mis alabanzas al aparato que mi compañero dejó todos los que había cogido, a excepción de uno. Por seguridad llevé otro que no volvió a aparecer en toda la vía y, a día de hoy, tampoco sé dónde está. La realidad es que el mechero antiviento, ignoramos si a causa de la presión o Dios sabe qué, no funcionó hasta que volvimos al camping. Puede decirse sin rubor que el de Xavi nos salvó la vida aunque, por razones también desconocidas, se quedó sin gas. Su escuálida chispa hizo reír al hornillo en muchas ocasiones mientras este vomitaba combustible a los cuatro vientos. La carga mermaba sin parar y se agotaba a la misma velocidad que nuestras esperanzas por salir sanos y salvos de la pared. Pero esa historia vendrá luego. EL PRIMER DÍA Partimos en tropel hacia el refugio de Hörnli acompañados por algunos de los jóvenes del stage que tenían objetivos alpinísticos variados. Nuestros amigos Jordi Corominas y Carles Gusi también se animaron y pusieron rumbo al Cervino con intención de escalar la clásica "Schmid" de la cara norte. En el refugio debíamos parecer unos turistas más que pensaban subir al Matterhorn por su vía normal y se nos trató con ese desprecio al que ya estamos acostumbrados los que visitamos las montañas suizas con frecuencia. Pusimos el despertador a la 1 de la noche (nada de madrugada, pues a esas horas nadie… madruga, ¿verdad?) y poco después del desayuno nuestras frontales parpadeban por el glaciar. Nos separamos y, ya solo junto a Xavi, me serví de la huella que dos días antes había trazado Patrick Gabarrou, quien en mitad de la noche nos siguió a gran velocidad. No llevaba mochila, pues había aprovechado su viaje anterior para dejarla en la rimaya. Su objetivo: realizar una primera en compañía de su simpático amigo italiano César, comenzando a la izquierda de la "Piola…" para cruzarla cuando ésta alcanza la roca, y salir a su derecha por la parte desplomada de la pared, justo a la izquierda de "Aux amis disparus", otro itinerario rubricado por Patrick. La llegada a la rimaya fue desoladora. Todo había cambiado en solo dos días. Un puente de nieve se había derrumbado a causa del intenso calor enterrando la mochila de Gabarrou quien, en un primer momento, pensó que se la habían robado. Comenzó a cavar mientras nosotros atacábamos la rimaya, en primera instancia difícil y expuesta, para después ganar las pendientes de 60º. Una primera reunión en la segunda rimaya nos sirvió para cambiar de líder y escuchar los gritos de júbilo de la cordada franco-italiana, que por fin encontró sus pertrechos. Escalar de noche tiene una magia especial. Reina un extraño silencio que pone alerta los sentidos vigilando posibles avalanchas y desprendimientos. Tramos ensamble dieron paso a un largo de hielo y mixto. El amanecer nos cazó en la goulotte cuyo largo más tieso escaló Xavi con esa maestría que le caracteriza. Un nuevo largo, todavía mantenido, nos dejó en una repisa protegida de las avalanchas por unos techos. La ruta seguía en diagonal a la izquierda pretendiendo alcanzar las líneas blancas que fugaban hacia los desplomes de roca. ATENCIÓN: AEROLITOS La diagonal de nieve estaba justo en la vertical de la parte alta de la arista Zmutt y del lugar que canalizaba todos los desprendimientos de la parte derecha de la pared, de corte marcadamente glaciar y mixto. Xavi se encontraba en su zona más expuesta cuando un enorme desprendimiento de decenas de piedras surgió de la nada. Los seguros que mediaban entre él y la reunión se reducían a uno, colocado justo a la salida de la misma para rebajar el factor. Sujetaba la cuerda entre mis manos esperando que en cualquier momento una roca alcanzase a mi compañero y cayera violentamente. La avalancha cesó, empujando a pensar que dentro de las mochilas habíamos introducido, además de material para vivac, una enorme cantidad de suerte. Desmonté la reunión y salí a toda velocidad para evitar que Xavi se detuviera en el centro de la diana. La tensión era muy alta: de producirse una nueva avalancha toda la cordada sería arrastrada. Alcanzamos un lugar protegido en unos afloramientos de roca y dejé que Xavi se relajase. Pensaba que tras unos 100 metros de nieve y hielo estaríamos a pie de la sección de roca, resguardados por enormes desplomes y, posiblemente, más seguros. La transición entre la roca y el hielo fue el lugar escogido por los aperturistas y algunos de los escasos repetidores para emplazar el primer vivac. Nosotros, al considerar que íbamos bien de tiempo, preferimos continuar un poco más deseando completar los aproximadamente cinco largos que llevaban a la segunda repisa. Encontrar los primeros diedros no fue tan evidente. A la izquierda había unas fisuras yosemíticas que invitaban a tirar para arriba. Mucho más a la izquierda se veía el trazado de la "Cerrutti-Gogna" con multitud de material abandonado, anillos y trozos de cuerdas colgando. Una primera tirada rocosa y mixta nos informó de lo que es, para algunos, buena calidad de la roca: había que vigilar a lo que te agarrabas para no bombardear al compañero o salir volando con un bloque. La segunda, ya con pies de gato, no difirió demasiado salvo por sus regulares pasos desplomados y la presencia de verglass que complicó aun más la progresión. Así, buscando lo más evidente pero errando en la instalación de una reunión por cinco metros que nos obligaron a movernos en horizontal a la derecha, nos encontró la tarde en la gran terraza diagonal donde descansamos la primera noche. Las dudas sobre el lugar más cómodo o, mejor dicho, menos incómodo, hicieron que nos moviésemos varias veces para terminar en el primer sitio que habíamos visto. Se acercó el momento de encender el hornillo y se produjo el suceso que ya he adelantado. El encendedor no funcionó y llegué incluso a hacer chocar un par de piedras para obtener chispa. Xavi me miró atónito pero me animó a seguir. Ante mi escasa habilidad volví con el encendedor, que por fin respondió. El hornillo se encendió. Deseé que no se apagase pero dudé que el gas cundiese hasta donde me hubiese gustado tenerlo encendido, que era la misma cumbre. Además, estando en llamas no hubiera sabido en qué bolsillo guardarlo… CERO EN FOTOGRAFÍA No hay como ir acompañado de un fotógrafo para garantizar que las fotos de una gran vía serán mediocres. Y es que, en casa del herrero, cuchillo de palo. Pensé subir dos cámaras: una réflex y una compacta, que llevarían el segundo y el primero, respectivamente. El peso me hizo descartar la segunda cuando no debería haberlo hecho. Una máquina pequeña no se nota entre la ropa, y hubiera garantizado tener imágenes de relativa calidad en los momentos en que solo me atreví a decir "Xavi, ¡qué foto tienes!" La réflex salíó de la mochila en contadas ocasiones, y menos mal porque los dos rollos adicionales que tenía previsto subir se quedaron, con las prisas (y por ese afán reductor de peso), en el coche. Estábamos recién salidos de la funda de vivac y, cómodamente, me pude permitir el lujo de captar unas cuantas imágenes de mi compañero en uno de los largos clave de la ruta. Piola y Steiner lo graduaron de VI (6b) y, sin ser extremo, sí resultaba muy expuesto y laborioso de asegurar. Fue necesario establecer una cuidada estrategia de progresión por esa roca afectada de lepra para no tener una caída de fatales consecuencias. Después la dificultad bajaba para volver a subir en un terreno de mayor calidad con fisuras atléticas y placas de pequeños agarres bajo los impresionantes techos finales. Penoso fue remontar las mochilas que, ayudado de un pequeño polipasto compuesto por un bloqueador y una polea bloqueadora, el primero recuperaba desde la reunión y el segundo, detenido en mitad de muchos pasos del largo, ayudaba a izar y desenganchaba con la depurada técnica de la "fuerza bruta". El último largo de roca difícil empezaba en un desplome atlético para seguir en horizontal a la izquierda por unos clavos viejos que era necesario afianzar a golpe de martillo con las manos en pequeñas "ñapitas". Así y todo, y contemplando que los aperturistas marcaban 6b/A2 en este largo, solo hicimos 2 pasos de A0 que, sumados a otro más abajo, dan un total de 3. En el largo 16, además, utilizamos un clavo como punto de reposo. Aunque esto resulte informativo para quienes quieran repetir la vía nos pareció insignificante comparado con lo que vivimos. Pero sobre todo minúsculo con el hecho de estar poniendo en práctica el estilo alpino en toda su pureza, progresando con rapidez y ligereza. XAVI, NO TE CAIGAS Nos encontrábamos a un largo del comienzo del terreno mixto que lleva hasta la arista Zmutt. Era técnicamente fácil, pero discurría por terreno jalonado de bloques sueltos. En la reunión nos pusimos de nuevo las botas y los crampones y empuñamos otra vez los piolets. En un terreno que creíamos dominar me atreví a salir de la reunión con muy poco material. A mitad del largo se me había terminado casi todo y me encontré en una sección técnica donde era necesario ganchear fisuras invertidas con el piolet y donde los pies perdían cada segundo, por efecto de la lepra, sus apoyos. Los anillos de reunión sirvieron para ser introducidos en el ojo de dos clavos que milagrosamente aparecieron en la roca, y los mosquetones de seguridad hicieron las veces de conectores para pasar la cuerda. Ya anocheciendo me vi en mitad de un mundo de bloques sueltos capturados por la nieve, sin fisuras donde meter nada y sin suficiente espesor para colocar un tornillo. A pesar de todo empleé uno corto que introduje tres centímetros, lo reforcé con un clavo que martilleé en la tierra congelada, triangulé para ecualizar entre los dos débiles elementos una carga que nunca llegué a cargar y grité a Xavi: ¡sube, pero no te caigas! Él subió tranquilo, haciendo gala de la confianza que tenemos el uno en el otro y que nos permitió subir y bajar de una montaña tan exigente. Demostrando que, para cualquiera de los dos, lo importante no es escalar tal o cual vía, sino escalar “con”. Porque muy por encima de apuntarnos vías de contrastada reputación creemos en la amistad y no tenemos prejuicios en reconocer que hemos cambiado muchos itinerarios que hubieran adornado nuestro historial por una ascensión sencilla en el Pirineo o la Sierra de Gredos con la gente a la que queremos. Eso, para ambos, también forma parte de nuestra formación como alpinistas y como personas. Pero volvamos a la historia con la que estábamos. Comenzaba a soplar un fuerte viento y la repisa de vivac no aparecía. Xavi la encontró ¡por fin! y empezó a asegurarla. Instaló un clavo y la bombilla de su linterna se fundió. Completó el equipamiento y, ya juntos, de la misma manera que lo hubieran hecho dos niños traviesos, tiramos una enorme piedra al vacío para hacer más cómodo nuestro sofá. Nos vimos con la espalda apoyada en la pared y los pies colgando, pero con una magnífica vista del valle. Era el Día Nacional Suizo y los fuegos artificiales, y las llamadas que hicieron los amigos desde el camping, nos alegraron aún más. Peleándonos con el encendedor conseguimos que, tras varios millones de intentos, el hornillo se encendiera. Casi no quedaba gas, pero pudimos cenar un caldo y llenar las cantimploras. Al día siguiente acabaría lo malo. ME DABA EN LA NARIZ… No pegamos ojo a causa del viento y el frío y, para colmo, el combustible se acabó al fundir la nieve. El agua estaba helada, pero al menos hidrataba. Durante la noche acabamos casi todo el líquido y solo quedaba medio litro que rematamos al llegar a la arista Zmutt, dos largos después. La llegada a la cumbre se hizo pesada por culpa del cansancio acumulado, pero no dejamos de sonreír y de hacer chistes del tipo "ha habido que echarle un par de narices ¿verdad?" "Sí, pero a mí me daba en la nariz que la hacíamos". Mientras Xavi buscaba cobertura y no sabía si decantarse por el operador italiano o suizo moviendo su teléfono de una vertiente a otra, yo hacía insinuaciones tipo Gila que nos hicieron ganar un traguito de agua de una cantimplora con tubo flexible. Bueno, lo consiguieron las caras de sedientos más que las insinuaciones, pues el francés al que se las hacía seguro que no entendía la razón por la que repetía en voz alta y tono irónico: ¡alguien tiene agua y se la piensa beber solo! Por debajo del refugio Solvay la gran montaña leprosa quiso despedirse de nosotros con una tormenta eléctrica que puso otra vez a prueba nuestros nervios. En mitad del laberinto unos alpinistas del Este de Europa avanzaban tan lentamente que parecía que la granizada no fuese con ellos. La maniobra de adelantamiento resultó complicada, pero llegamos al refugio hora y pico antes que los susodichos tunantes. En Hörnli debíamos parecer otros. No porque esta ascensión hubiera transformado profundamente nuestros corazones o por la enorme capa de roña que tenían nuestros cuerpos. Éramos los que habían escalado la Nez de Zmutt, y parecía que eso era suficiente para que los guías nos mirasen con respeto y los empleados del refugio nos atendieran como en el mejor restaurante de Ginebra. Y lo que no sabían, es que, en el fondo, seguíamos siendo los mismos que, con cara de pardillos y pinta de subir por la normal, salieron en medio de la noche tres días antes. FICHA TÉCNICA Cervino 4478 m. Cara Norte. Nez de Zmutt Vía: "directísima Piola-Steiner" La "Piola-Steiner" es una vía completa con una primera parte glaciar, una segunda rocosa y una tercera mixta, que alcanza el final de la arista "Zmutt" y con ella la cumbre italiana (4.477,7 m.) del Cervino. Desde allí puede proseguirse a la cumbre suiza para descender por la "arista Hörnli", o bien bajar hacia Italia por la "arista del Lion". Los primeros ascensionistas, y otros repetidores de la ruta, la han completado tras tres vivacs. El compromiso es alto, las caídas de piedras son frecuentes y, por la configuración de la pared, una maniobra de rescate que comporte una evacuación por accidente puede resultar sumamente difícil. 1ª ascensión estatal: 31 de julio, 1 y 2 de agosto de 2001 por Xavi Mètal y José Isidro Gordito. Dificultad: ED+ (90º M5 6b/b+ A0, o 90º M5 6b/A2, como marcaron sus aperturistas). Total: aproximadamente 1200 metros de recorrido hasta la cumbre. Aproximación: Desde el refugio Hörnli, atravesando el glaciar Matterhorn hasta el contrafuerte delimitado por la "arista Zmutt". La doble rimaya y la goulotte son bien visibles (conviene aproximarse el día anterior y, si no hay huella, trazarla para no perderse en la noche). Material necesario: equipamiento personal en el que deben incluirse pies de gato y material de escalada en hielo, 10 clavos variados, 3 a 4 tornillos de hielo, 1 juego de empotradores (no imprescindible), 1 juego de friends (nosotros usamos Camalots hasta el número 3), 1 juego de microfriends, piolet y martillo piolet, 10 a 12 cintas (nosotros usamos muchas disipadoras en su momento), 1 polea bloqueadora y algún bloqueador adicional, material de vivac (aconsejable un saco ligero). También puede venir bien un petate transformable en mochila y una cuerda o cordino auxiliar. DISECCIÓN FINAL (2020) Comenzando por el principio decir que el título es parte de ese juego que Xavi y un servidor nos trajimos, y aún nos traemos, con el lugar por el que discurre la ruta en cuestión: la “Nez=nariz” de Zmutt del Matterhorn. La escalada de la vía Piola-Steiner, completa y expuesta, trajo bajo el brazo la concesión del Piolet de Oro 2001 por parte de la FEDME, pero también otros regalos inesperados. El premio, además de una geoda de tamaño difícil de alojar en una casa pequeña, llevaba asociada una cantidad económica a la que renunciamos pues queríamos revirtiese en el alpinismo “de base”, en forma de stages para jóvenes, etc… Y precisamente porque la actividad había sido realizada en uno de ellos, donde ejercíamos como asesores e instructores, la Federación lo vio claro y concluyó que lo que proponíamos era lo más lógico. Parecía evidente que, o debíamos quedar fuera, o el comité debía hacer una excepción. No podíamos aceptar un dinero que era más útil para promoción y formación que para compensar unos gastos que, en los Alpes, no son ni mucho menos los que se tienen en expediciones extraeuropeas. A pesar de eso algunos “espectadores”, y me parece recordar que también algún otro candidato al premio -quien debió olvidar lo feo que es ser a la vez juez y parte- se enfadaron mucho cuando no salió la frase que esperaban en su galletita de la suerte. Ignorando que no percibiríamos nada, y por tanto hablando sin criterio, dijeron que con ese dinero y con el que ganaríamos tras la concesión en conferencias ¡nos “haríamos ricos”!!!!!!!!!!!! Perdona la pausa, pero se me ha quedado el dedo pegado sobre una tecla mientras me daba un ataque de risa. Con la vista puesta en que la vía había sido escalada íntegramente, que estaba claro que el comité la premiaba para potenciar el alpinismo de compromiso en los Alpes o que la sombra de la duda no planeaba sobre la realización, los detractores no tenían muchos argumentos. No obstante algunos prefirieron centrarse en si la ruta tenía calidad, o si yo, miembro del Comité en alguna ocasión anterior (los miembros, salvo ciertos cargos federativos, no eran permanentes sino convocados anualmente a discreción del presidente de la misma) me había autoconcedido un premio para el que no presenté candidatura alguna (Xavi, ilusionado, fue quien se encargó de un trámite que a mí, tras la intensa vivencia, me sobraba) o había mediado para que nos lo diesen y así poder hacernos… ¡millonarios!!!!!!!!!!!! Perdona que vuelva a partirme de risa una vez más. Lo cierto es que pocas veces había visto aflorar tanta miseria en un colectivo donde, a pesar de su escaso tamaño y su pasión –elementos que, sin duda, a lo único que podían contribuir era a ligarlo- solo observé basura y desunión. Llevaba años y años trabajando “gratis”, incluso poniendo dinero de mi bolsillo, o ganando tan poco con la formación que para cubrir gastos había que ser economista, que quedé muy impactado. Pero como esa es una historia con la que podría estar hasta pasado mañana, continuaré con el Cervino… En lo que respecta al artículo, nunca obtuvo demasiadas páginas en revistas especializadas y solo apareció en alguna versión digital o en un par de hojas recicladas. Muchos valoraron su ritmo, su profundidad emocional, sus toques de humor y varios agradecieron la información práctica de la ficha técnica y los detalles del cuerpo de texto principal. Una de esas pocas ocasiones en que te sientes premiado por una buena acogida. Encaminamos nuestros pasos a esa montaña con humildad y a corazón abierto. Todo lo que vivimos como negativo nos fortaleció y reforzó una amistad que, a pesar de no cultivar demasiado, estará ahí para siempre. Tras esta aventura Xavi y yo escalamos otras cosas, algunas muy intensas como una magnífica vía en la cara norte de los Drus en invierno donde otro ser muy querido cabalgó junto a nosotros. Soñamos e imaginamos proyectos que aún están pendientes pero que, quizás, algún día se hagan realidad. Hace poco releí un libro que he devorado en varias ocasiones. En uno de sus capítulos el autor confiesa haber pasado del “amor” por sí mismo a valorar que no hay nada más grande que sentir conexión total con quien se comparte una actividad extrema (añadiría que tampoco hace falta que sea una aventura al límite). En otro de los capítulos llega incluso a sentirse molesto porque un editor no incluyese las palabras de su amigo al final de uno de sus épicos artículos. Tal vez con la idea de no restar dramatismo a la historia sobre una escalada que probablemente nunca hubiese tenido lugar si el protagonista no hubiera llevado la carta de su “hermano” en el bolsillo. Apostilló: “le preocupaba cómo se tomaría su audiencia el que un hombre describiera su amor incondicional por otro. A mí me pareció fatal que censuraran algo tan profundo”. Me siento completamente identificado con esa idea de la amistad. De la unión entre los miembros de una cordada para conseguir algo más que el objetivo común en que se convierte una vía. Dicen que los sentimientos mueven montañas, pero es igualmente seguro que también ¡las escalan! Si esta historia no ha sido "aireada" en más ocasiones y en voz alta no es porque reniegue de ella o guarde un mal recuerdo. Todo lo contrario. Es porque lo que me sugiere pertenece a una "intimidad" muy secreta aunque tenga que ver con lo que para muchos es un importante galardón. Forma parte de ese rincón maravilloso donde solo pueden albergarse las cosas que se hacen para uno mismo y que te forjan como alpinista pero, sobre todo, como persona. A pesar de ello me ha parecido interesante que esté en este blog -que también es parte de mí- donde resulta muy cómodo tener compendiado todo lo que he ido escribiendo a lo largo del tiempo. Gracias, también, por el tuyo. José I. Gordito Los rincones más oscuros de mi ordenador están poblados por textos irreverentes que tal vez nunca vean la luz. Confesiones de un escritor en serie que intenta contestar preguntas sin respuesta. Interrogantes que formulan otras cuestiones. Reflexiones que interesan a muy pocos. Pensamientos que no conducen a ninguna parte excepto al calentamiento global… ¡de las cabezas! Comencé con ese tipo de ensayos a finales de los ochenta, antes de conocer los artículos de Mark Francis Twight en Montagnes Magazine y de leer en profundidad a clásicos como Descartes, Lao-Tse o Nietsche. Mucho antes de tener claro que en el futuro todo se almacenaría en discos duros frente a papeles impresos con herramientas en forma de máquinas de escribir o de bolígrafos. Gran parte de los textos de aquellos años se perdió en mudanzas, murió junto al corazón de ordenadores averiados o se destruyó sin culminar su creación. ¿Qué importa? Solo se trataba de relatos políticamente incorrectos de cuyo contenido algunos lectores hubieran entendido justo lo contrario de lo que pretendía decirse. Recuerdo que en la década 2000-2010 escribí un ensayo repleto de ira. Un texto que, a pesar de su carga emocional, era correcto en términos gramaticales, estaba bien estructurado y resultaba fácil de leer. Sin embargo, justo al acabar, lo destruí. Me pareció extremadamente inquietante incluso para mí, su autor. En ocasiones pienso que, de haber sido otra persona, los mismos que pudieron criticarlo por su contundencia y falta de filtros me habrían paseado a hombros por las calles, orgullosos de conocerme. Alabando mi desgarradora sinceridad y el hecho de que por fin existiera alguien que se enfrentaba a la mediocridad de cuatro egocéntricos y a las sandeces de cientos de alpinistas de salón. Vamos, lo que le ocurrió a Twight en un mundo donde fue odiado por quienes lo tachaban de egoísta y suicida inadaptado, pero admirado por los que valoraban la audacia de poner negro sobre blanco lo que nadie se había atrevido a decir. El resultado de negar hacerlo público conduce a una evidencia: nunca sabremos la aceptación que hubiera tenido. Es igualmente seguro que el hecho de tirarlo a la basura me tranquilizó. Como tranquilo me deja escribir de vez en cuando todo lo que se me ocurre, especialmente textos que considero de utilidad para otros. Entre los primeros y el que está frente a tus ojos he confeccionado pocos de corte literario, pero sí abundantes tratados técnicos. También algún que otro guion para documentales, aunque poco más. Mi manera de plasmar la información ha sido eminentemente descriptiva, encaminada a la exposición de un gran número de detalles y a lograr la comprensión del lector, siguiendo siempre la máxima de incorporar un ingrediente básico: el rigor. El puñetero lenguaje científico me ha ido apartado de la literatura, arte que venero y que nunca he dejado de cultivar como espectador, devorando libros y más libros. Con la lectura he descubierto otros mundos, otras culturas, otras formas de pensar. En ocasiones de modo tan fiel como a través de los viajes realizados durante años. He accedido a información que habitualmente no se muestra en los medios de comunicación de masas. Y con esos datos he podido lanzar a mi mente infinidad de preguntas que me han “removido” por dentro, que me han hecho valorar los pequeños detalles. EL REACTOR 4 La situación que vivimos con el SARS-CoV-2 (COVID-19) es, sin duda, asombrosa. No se trata de la primera tragedia de la humanidad, pero proporciona una buena cantidad de combustible para quemar en los altos hornos de los cerebros reflexionando sobre la supervivencia individual y colectiva del hombre. Nos recuerda la presencia de la muerte, esa tiparraca a la que muchos de los que aún respiramos hemos visto sonreír. En mi caso, la muy zorra me ha mirado a los ojos en diversas ocasiones y no me ha quedado otro remedio que decirle: ¡que te jodan! Se lo he dicho varias veces. Cuando aquel imbécil se metió en mi carril y solo pasó rozándome la pierna gracias a la providencia y a unos reflejos que sugirieron tirar la moto hacia otro lado; cuando nos bombardeó aquella avalancha de piedras en el Cervino; cuando se desmontó esa vela un minuto después de despegar… Lo admito: aventurar que me hubiese llevado “de excursión” es especulativo. Pero es precisamente esa especulación la que me hace abrazar las cosas con más fuerza. Dar importancia a ciertos detalles descartando otros que, no me cabe duda, son el centro del universo de millares de humanos. Sentirse afortunado no implica conformarse. Tengo unas ganas locas de vivir, ¡qué cojones! Pero no puedo perder de vista que debo agradecer seguir haciéndolo a pesar de las veces que tanto yo como otros gilipollas hemos jugado a la ruleta rusa. Bien con nuestra propia integridad, bien con la de los demás. Ha pasado desapercibido para millones de personas, pero creo que las explosiones en el reactor 4 de la planta de energía atómica de Prípiat (la popular Chernóbil) pudieron cambiar definitivamente el devenir de la humanidad. Tal vez digas, con razón, que pudieron influir del mismo modo que podía haberlo hecho otro desenlace de la peste, de la gripe española o de las guerras mundiales. Guerras, siempre guerras. Hasta en el episodio a que me refiero el objetivo fundamental del reactor RBMK no era la generación de electricidad, sino la obtención de plutonio para fabricar armas nucleares. En efecto, hubo un accidente similar siete años antes. Un desastre que también pudo acarrear consecuencias fatales para los seres vivos de toda la Tierra, como los tuvo para los de su entorno según Greenpeace aunque la industria nuclear apunte un impacto nulo. Me refiero a la fusión parcial del núcleo del reactor 2 de Three Mile Island. No meterlo en la ecuación, como no tener en cuenta el de Fukushima I, el proyecto Manhattan… podría hacer dudar de mi imparcialidad al hablar de sucesos que pudieron cambiar nuestra historia para siempre. Es lícito, y por ello quiero que no te fijes tanto en el ejemplo -aunque a mí me haya marcado profundamente- como en el hecho de que determinados sucesos han podido afectar hasta el punto de extinguir toda forma de vida en el planeta. Generalmente esos que nos han pasado desapercibidos por acontecer en otra parte del globo. Lo de: “ha ocurrido a cientos de kilómetros, aquí no va a llegar” pasa a convertirse en una conclusión de poco peso como demuestra nuestro odiado enemigo COVID-19. Centrándonos en Chernóbil, por ejemplo, la razón empuja a pensar que, del mismo modo que un cúmulo de circunstancias provocaron la explosión, una incorrecta gestión de la crisis podía haber conducido a que las emisiones de radioisótopos se descontrolasen. Es tan acertado pensar que los efectos podrían haber sido despreciables como aventurar que pudieron ser devastadores. De nada a dejarnos fritos, pasando por ser condecorados con un magnífico cáncer. La idea de la “fritada de la humanidad” puede ser exagerada, pero del mismo modo que los libros de ciencia aportan datos que me hacen descartar teorías inverosímiles, los de aventuras me invitan a soñar. Los de ficción a imaginar. Y si imagino pienso que, de haber acabado todo a finales del mes de abril de 1986, hoy no estaría tocando el solo de guitarra de I´ll be over you de Toto (agosto de 1986), metiendo mal los dedos en la parte rápida de The Loner y sintiendo el riff de Wild Frontier de Gary Moore (marzo de 1987), o cantando Is this Love de Whitesnake (abril de 1987) porque ni esos temas habrían existido, ni yo mismo andaría por aquí. IMPORTANCIA A LO IMPORTANTE Antes decía que determinados estímulos me han hecho valorar los pequeños detalles. Conceder importancia al calor de un abrazo, la humedad de un beso, el canto de un ave, la brisa en la cara, el tacto de la roca, el aroma del piorno en primavera o la contemplación de un bello paisaje al atardecer. Las emociones me han atrapado y, a su vez, los números han pasado a no me decirme nada. Algunas veces pienso que hay cosas que se extinguen porque tienen poca aceptación. Los libros se extinguen porque pocos los leen. Las emociones se extinguen porque solo unos “raros” las valoran. Y me digo ¿qué más da, entonces, que una explosión atómica nos arrase? ¿Qué importa que un virus nos fulmine? Pero, por supuesto, esa es una apreciación muy personal con la que no todo el mundo tiene que estar de acuerdo. Creo con firmeza es que cada nuevo día es un puto regalo. Lo pienso cada minuto. Todas las mañanas digo: ¡sal a comerte la belleza del jodido mundo sin pensar qué opinarán los demás de las cosas que hagas! De esas tonterías sin importancia que para ti serán de interés, pero al resto le traen sin cuidado. No busques que otros den valor a tus marcas personales y nunca olvides que, despertar cada amanecer es un privilegio. Especialmente después de que irresponsables como Anatoli Diátlov y tantos otros que se han dedicado al juego de mostrar quién la tenía más grande, hayan echado al bombo la bola con tu número. El de tu vida. José I. Gordito El aspecto mental es uno de los pilares fundamentales de la práctica deportiva. La razón por la que unas personas sobresalen sobre otras a pesar de poseer capacidades físicas y mecánicas similares o inferiores. En este artículo (pincha el link de la parte inferior) publicado en la prestigiosa revista Desnivel se abarcan dos prácticas muy interesantes que pueden servir como herramientas para superar situaciones críticas tanto practicando un deporte como en la vida diaria.
Espero resulte de interés. https://www.desnivel.com/escalada-roca/entrenamiento/profundiza-en-el-poder-de-la-mente/ No dejan de asombrarme los diferentes baremos que tenemos y empleamos los seres humanos. Lo que a unos puede parecer negligente a otros sugiere un acto épico digno de un superhéroe. Recientemente he visto diferentes reacciones ante “machitos alfa” (me atrevería a decir que líderes únicamente en las redes sociales, su pequeña tribu o solo los fines de semana, en absoluto el resto de sus días) que violaban espacios aéreos y parques nacionales con su parapente; sobrevolaban núcleos urbanos a distancia nada prudencial -y legalmente prohibida-; despegaban sin visibilidad atravesando densas nubes; aterrizaban innecesariamente en vías públicas con riesgo de producir accidentes de terceros, alardeaban de volar con un declarado “estado de alarma” en días que se recomendaba (al día siguiente ya se limitó, y también hubo algunos retrasados mentales insolidarios que salieron a hacer actividad en plena prohibición) no salir a las calles para intentar detener una terrible pandemia -con los consiguientes efectos negativos en caso de accidente tanto para ellos, cuyos seguros probablemente se lavarían las manos alegando comportamiento negligente, como para afectados imposibles de atender a causa de una saturada red sanitaria-… También las he visto ante escaladores que progresaban por zonas protegidas en época de nidificación, adelantaban a otros arrojando enormes trozos de hielo sobre sus cuerpos o eran sorprendidos por las fuerzas de seguridad (en ese estado de alarma al que me refería con anterioridad) de caminata por el campo, encaramados a un bloque o evolucionando con sus cuerdas por la roca de algunas escuelas... O ante “profesionales” que peinaban con sus trikes generosamente motorizados las cabezas de civiles que campaban por aterrizajes de otras disciplinas, por aparcamientos... Al igual que ante "técnicos" (?) que obligaban a progresar a sus alumnos en fila, unos sobre otros y siempre sin cuerda o en ocasiones sin casco, sobre peligrosas pendientes nevadas o heladas… Para gran parte de “su público” se trataba de héroes que hacían algo reservado solo a unos pocos elegidos. Este grupo de proveedores de halagos y “me gusta” contrastaba con una minoría que veía unos locos que se la jugaban y ponían en peligro su vida y la de los demás con unos comportamientos a todas luces imprudentes; además de con un pequeño grupúsculo que valorando el acto en su vertiente exclusivamente deportiva, consideraba que no era el momento adecuado para semejante alarde. PERO… ¿CÓMO ACTUAR? No digo que haya que ser más papista que el Papa, negar el talento, los actos deportivamente admirables y responder sin criterio o arrastrados por los celos y la envidia de que otros hacen mientras nosotros estamos viendo la tele enfrente del sofá. ¡Eso es mezquino! Pero también es cierto que hay un baremo más o menos universal, y es el del respeto a los demás y a las normas que nos hemos impuesto, y no por antojo o casualidad. Los comportamientos que he listado en párrafos anteriores están mal en cualquier caso, y por tanto deberían ser reprochables. Principalmente por dos razones: una porque algunos son “ilegales” y otra porque en varias de ellas no se atiende la máxima de no poner en peligro a otros, que además también está tipificada como delito. Y cuando no se perjudica la vida de las personas, sí se mancha la reputación de los colectivos. Permanecer en silencio ante comportamientos negligentes es cobarde. Y alabarlo se convierte, sin duda, en una enorme irresponsabilidad. Por supuesto cada cual puede vivir su vida como le plazca. El grado de exposición a que muchos se someten parece inadmisible para algunos y demasiado bajo para otros dependiendo de su umbral, conocimientos, experiencia… He llegado a escuchar cómo alguien evitaba salir a volar exponiendo que las condiciones eran peligrosas, cuando otros apuntaban que “se movía algo, pero no estaba desagradable ni mucho menos incontrolable”. También que un escalador no afrontaba un largo de hielo difícil por considerar que podía derrumbarse, cuando una cordada lo resolvía sin considerarlo expuesto. El bajo nivel de los primeros los hubiera conducido a situaciones peligrosas, pero generalizar que si las condiciones no están bien para mí no lo están para nadie hubiese sido incorrecto y claramente subjetivo. La asunción de riesgos es otro asunto totalmente personal. Recuerdo las palabras de un escalador desaparecido, que para muchos era catalogado de “suicida”, quien abogaba por “morir de contento, y no de viejo”. Esta filosofía puede despertar admiración -y personalmente podría compartirla, siempre en un contexto concreto- cuando se trata de elegir el camino sin perturbar a otros (aunque siempre se perturbe algo). Pero en todo momento sin incumplir la ley, sin poner en riesgo a las personas, sin vilipendiar los colectivos ni revertir la tarea que, con mucha dedicación, realizan los formadores serios de cada disciplina. Porque de otra forma solo queda reprobar, ya que la libertad individual acaba donde se coarta (por no repetir la manida frase que incluye: termina donde empieza) la de los demás. José I. Gordito Los parapentes de 2 bandas están asociados al mundo de la competición desde hace años. Aunque en los orígenes de la actividad las velas no tenían muchos más elevadores, la evolución del diseño condujo a la instalación de 4 que, posteriormente, fueron reducidos a 3. Este último es el número que, salvo los bólidos más avanzados y algunos juguetes específicos, equipa la mayoría de parapentes modernos. Los cambios en el proceder y normativa de homologación y la transferencia de datos de la competición parecen llevar a un camino de simplificación que muy probablemente afecte a parapentes intermedios, y quién sabe si también a los básicos. Lo cierto es que llevaba un tiempo gestando un post sobre parapentes “2-Line” encaminado a hablar de la cuidada y necesaria puesta a punto que implican, de su popularización y de cómo han evolucionado, especialmente forzados por el estímulo que supone la competición al más alto nivel y, en la categoría EN-D, por las pruebas de hike&fly del estilo Red Bull X-Alps. Pero fiel a mi costumbre de contrastar todo de manera exhaustiva el tiempo ha ido pasando y se ha sumado a la fiesta algo que se rumoreaba desde hace tiempo: la teoría de si, en el futuro, todas las velas serán de dos bandas. Vamos, que se me ha “pegao el arroz” y ahora no tengo claro de qué hablar cuando pienso en dos bandas. Además de trabajar sobre otros aspectos, la mejora en el rendimiento de los parapentes ha venido de la mano de la reducción de peso (inferior masa=menos inercias, lo que también se traduce en un incremento de la seguridad pasiva), de un patronaje que garantiza una superior definición del perfil y una mayor tensión y, por supuesto, de una reducción de líneas (e igualmente de sus espesores) que produce una ínfima resistencia aerodinámica. Omito aquí uno de los parámetros básicos para la mejora del rendimiento: el aumento de alargamiento, pues ha quedado reservado a las aeronaves de competición más avanzadas. Salvo algunos fabricantes para los que un gran alargamiento es seña de identidad, la tendencia ha sido moderar los valores -reduciendo incluso los de sus modelos precedentes- para lograr un equilibrio entre seguridad y prestaciones, además de la posibilidad de mantener sus creaciones dentro de la norma de cada familia sin dar un salto a la categoría superior. MENOS BANDAS=MENOS LÍNEAS (Y VICEVERSA) Sí, así es. Si se quiere reducir la resistencia nada como rebajar la cantidad de metros de cordino, y el modo más directo es ese: eliminar bandas. Pero para mantener su aceptación en el mercado, evitando “asustar” a los pilotos con la imagen de que sus modelos eran misiles indomables, los fabricantes han utilizado previamente otras fórmulas como reducir la cantidad de anclajes o/y ramificar las líneas, incluso combinando distintos diámetros de cuerdas en función de la carga que soportase cada área de la aeronave. La idea de que las velas de dos bandas eran difíciles, casi imposibles de aterrizar en espacios pequeños y, aunque más resistentes a las plegadas, sus reacciones en caso de colapso podían ser más violentas e imprevisibles, había calado de manera importante en los pilotos intermedios. Ese modo de adaptarse a las masas de aire, con torsiones en ocasiones de gran amplitud, y su reducida tendencia a plegar incluso sus puntas para absorber energía en lugar de poder plegar “de sopetón” no invitaba a muchos usuarios a elegirlas. Algo que también echaba para atrás, ante todo a pilotos con la montaña como su centro de operaciones, era que las velas de dos bandas eran más pesadas que las de tres a pesar de tener menos líneas y elevadores. Una construcción interna más elaborada, con anclajes más robustos y cordinos de mayor diámetro para superar las pruebas de carga no era capaz de compensar lo que parecía sobrar a sus hermanas de tres. Muchos apuntaban incluso una mayor posibilidad de encorbatarse, asunto que no es del todo cierto ni reduciendo puntos de anclaje pues depende de la arquitectura de suspentaje además del diseño del ala en sí misma. Todos hemos tenido referencias de parapentes EN-B que se encorbatan peligrosamente frente a modelos de varias categorías por encima y superior alargamiento que ofrecen un comportamiento mucho más sano en ese sentido. PERO… ¡TODO HA CAMBIADO! Efectivamente. Tal vez porque han surgido modelos relativamente accesibles, capaces de hacer frente a los parapentes de competición más avanzados del mundo. Porque el número de competiciones se ha multiplicado con un efecto “motivación”, "imitación", “pique” -o como lo queramos llamar- entre pilotos que ven a otros con su mismo o menor rodaje volando velas muy avanzadas. Porque, como dicen algunos pilotos de alto nivel españoles con mucha experiencia, se ha perdido el respeto a las velas de competición cuyos fabricantes destinan a: “los mejores pilotos del mundo…”; ”…solo para pilotos de clase mundial”; “ …pilotos de competición altamente experimentados”... Y porque “está de moda” o existen otros motivos difíciles de explicar, pero lo cierto es que las 2-Line son cada vez más habituales en los despegues de todo el mundo. Aparatos más sofisticados que precisan un cuidado mantenimiento que no todos sus usuarios realizan. Que implican una técnica que no todo el mundo tiene. Y que para extraer ese máximo rendimiento -que es la razón de ser de su creación- implican una actuación y actitud que, bien sabemos, no están muy extendidos. Pero sea como fuere la verdad es que lo que parecía imposible, o fruto de un futuro muy lejano, está aquí y aparentemente ha venido para quedarse. MOVIMIENTOS EN EL MERCADO La historia de las velas de competición construidas con dos bandas es relativamente reciente, pero no se restringe a las últimas CCC. No vamos a ir mucho más atrás en el tiempo y partiremos exclusivamente de la transición entre dos “eras”: la de los prototipos y la de los parapentes que deben someterse a una homologación para ser admitidos a concurso. Las primeras series de los más punteros de estos últimos lucían una “D”, con lo que no es de extrañar que aunque posteriormente surgieran productos más avanzados, la categoría serial no es que se haya convertido en otra “por debajo”… ¡es que era la reina de la fiesta! Dada la convivencia entre EN-D de tres y dos bandas parece que hemos olvidado que las segundas forman parte de la categoría desde los orígenes del empleo de la normativa moderna en la alta competición. Lo hacen desde las Boomerang 9, las primeras EnZo o las accesibles IcePeak 6. Tal vez esta última fue la que abrió la Caja de Pandora de lo que vendría después con su relación prestaciones-comodidad; una fórmula que permitió plantar cara a gigantes en teoría imbatibles si se atendía a su superior alargamiento. Con la idea de modernizar su flota y ofrecer un producto de entrada a las modernas CCC, pero sin la necesidad de asumir los compromisos que propone esta clase, Ozone ha seguido el camino explorado por Niviuk con la IP6 buscando soluciones sobre un alargamiento menor y una comodidad a toda prueba, pero ofreciendo un rendimiento que incluso ha hecho sonrojar a “las de arriba”. Su Zeno se ha convertido en todo un referente. Ha empujado el mercado hacia una popularización de las serial de 2 bandas y espoleado a todos los fabricantes, desde el rival directo GIN, que ha acudido un poco tarde a la cita, a otros competidores que ya estaban ahí como UP, MacPara o Niviuk, u otros nuevos como Flow o Davinci. LA VOZ DE LAS LIGERAS El remate a esta popularización, que ya parece una plaga, es la llegada de las 2-Line al mundo de las velas semiligeras, ligeras y ultraligeras. Sí, has leído bien. Lo de que un parapente de dos bandas no es lo mejor para aterrizar en espacios pequeños, que resulta difícil de despegar y que es pesado en relación a una versión similar con 3 bandas simplemente ha pasado a la historia. Hace muy poco el propio Chrigel Maurer decía preferir las velas de tres elevadores por su versatilidad y mejores aptitudes pero al conseguir que su máquina de carreras Omega X-Alps 3 de Advance 2-L (realmente una 2+1L) sea mejor que la versión anterior con 3-L, parece ahora un usuario convencido. Y no es de extrañar: su moderna aeronave tiene un peso similar a su predecesora e... ¡idéntica homologación! Ozone, quien ya flirteó con el asunto derivando una versión ligera de su Zeno (Z-Alps) que realmente no era ultraligera ni tampoco -lo pude comprobar con una unidad que me enamoró por sus prestaciones acompañándome por algún tiempo- precisamente fácil, ha terminado de pulverizar prejuicios. Ha demostrado, con su Zeolite, que pensando, simplificando la estructura interna y aplicando una larga experiencia se puede construir una vela "fácil", de altas prestaciones y ultraligera (2,85 kg. en talla S, un peso que no llega ni al menor de la ligerísima Hero 3-L de Air Design). Y se ha permitido incluso el lujo de derivar una versión estándar semiligera (Zeolite GT) que lastra aproximadamente lo mismo que su anterior buque insignia ligero en tres bandas: la reputada LM6. LA QUE SE AVECINA Lo que viene es una transferencia tecnológica desde la clase EN-D -y por supuesto la CCC- a los parapentes de categorías inferiores. Siempre ha sido así, pero huele a una mayor conexión en lo que al uso del sistema de construcción 2 bandas se refiere. El fabricante australiano Flow acaba de presentar su híbrido 2-3 bandas homologado EN-C, de nombre “Fusion”. Es fácil aventurar que se trata solo del primero de una larga lista de nuevos desarrollos. Los cambios en la normativa y el procedimiento de homologación, entre los que aparentemente está permitir el uso de líneas de plegado para certificar parapentes por debajo de la categoría EN-D, auguran una mayor riqueza de diseños y, por tanto, que el sistema de construcción 2-Line pueda extenderse más allá de las velas avanzadas. Que lo haga abiertamente o no depende de multitud de factores, entre ellos las demandas y aceptación del mercado aunque especialmente de lo atractivo de la oferta por parte de los responsables del desarrollo. Permaneceremos muy atentos, pues se espera la presentación inminente de parapentes EN-C de la mano de diferentes firmas y no tenemos muy claro con qué nos van a sorprender. Pero sin duda lo que ofrezcan se verá reflejado en sus modelos más básicos, a los que espera un futuro prometedor e incierto en lo tocante a conjugar un rendimiento siempre creciente con la elevada seguridad pasiva que anhelamos todos los pilotos. Tanto en este blog como en el de www.vecparapente.com os mantendremos informados de las novedades en el mundo del vuelo libre. José I. Gordito Siempre he sentido un especial aprecio por Patrick Bérhault. Un tipo coherente que me inspiró en ese momento en que un joven necesita buscar referentes. Muchos años después descubrí las razones de esa atracción, entre las que estaban, sin duda, su rechazo a la competición y su gusto por dar prioridad a sus emociones, canalizadas a través de una técnica gestual correcta y plástica mientras escalaba. Un poster suyo (no era el único, pues tocó que conviviese con fotos del gran Edlinger, del fortísimo Güllich y del sobresaliente ´SuperBoivin´) colgaba de las paredes de mi habitación. Cada noche analizaba minuciosamente los detalles: el material que llevaba colgado, el porqué de esa posición… Pero creo que aquello era lo de menos. Patrick estaba allí porque veía en su espíritu algo del mocoso que era yo, aunque sinceramente creía que en lo que más nos parecíamos era en “la melenita” y en una musculatura que, sin hacer mucho pero siempre haciendo deporte, me crecía cada vez que colgaba de un desplome. EN CONTRA DE LA COMPETICIÓN En 1985, en pleno apogeo de la escalada libre en roca, diecinueve de los mejores escaladores franceses -que a la postre eran quienes dominaban casi por completo el panorama internacional- firmaron un documento en contra de la competición. Esta “carta” tomo el nombre de Manifiesto de los 19 y exponía el desacuerdo con las competiciones y su “demasiado brillante y ruidoso espectáculo”. Un espectáculo que estaba modificando las reglas del juego con una utilización casi excesiva de seguros fijos que deterioraban el entorno natural, la apertura de vías desde arriba o el uso del “top rope” para ensayar movimientos. Evidentemente cualquier novedad suele ser rechazada, en un primer momento, en cualquier comunidad. Los humanos somos reticentes a los cambios a pesar de que estos sean necesarios para todo, desde incrementar el nivel deportivo a experimentar para adoptar técnicas y tecnologías más seguras. De los 19 escaladores solo Patrick Bérhault permaneció fiel a sus planteamientos. Y me atrevería a decir, tras un profundo análisis, que lo hizo no solo por su coherencia. Creo que lo hizo porque, incluso reconociendo lo bueno que podía traer consigo la competición, mantenerse en sus trece era una manera de reivindicar que también eran posibles otras visiones; que hay que encontrar un equilibrio entre el progreso y la conservación de la Naturaleza; que menos es más y que el ruido de los aplausos no puede desconectarnos de lo simple, de lo esencial, que es sentirnos a nosotros mismos haciendo cualquier cosa mientras permanecemos en verdadero contacto con los elementos. El Manifiesto ya exponía la existencia de una “competición inducida”, a través de ese afán de superación surgido de la motivación que hace dar lo mejor pero implica, como igualmente incluía: una aventura, un descubrimiento, un juego donde cada uno fija sus reglas…” “…porque la escalada es ante todo una búsqueda personal”. Bérhault no quería que se pensase que “solo existe una manera”. Reivindicaba, y me siento orgulloso de pensar como él, que en nuestro camino cada uno elige una fórmula, en la que hay que creer. Una fórmula que debemos defender, siendo coherentes si consideramos que es la que nos satisface y nos lleva a progresar mientras recorremos un tortuoso sendero. Recuerdo haber escuchado a Patrick, no sé si en una antigua entrevista o mientras trotábamos por los alrededores de la Pierre d´Orthaz, que la competición era un “cada día más difícil, cada día ir más rápido, cada día tener que estar más a punto…” lo que le parecía que era “convertir a un hombre en prisionero e incluso llegar a ser degradante, tanto a nivel físico como a nivel moral. Mi interés por la escalada y el alpinismo no está en su vertiente excesiva (entendida como extrema) sino en la búsqueda de un equilibrio, sin que nada pueda sacarme de ese contexto en que me siento bien”. Patrick Bérhault nos dejó el 28 de abril de 2004 durante su intento de culminar 82 cimas de 4000 metros de los Alpes en 82 días. Indiscutible precursor de la escalada deportiva y de alta dificultad había realizado increíbles encadenamientos, alguno de ellos utilizando incluso un ala delta biplaza pilotada por Jean Marc Boivin. Agradecer sus reflexiones y enseñanzas es algo a lo que, como amantes de la montaña, estamos obligados. Gracias Patrick! José I. Gordito |
AutorBlog del alpinista, piloto de parapente, fotógrafo y cámara José Isidro Gordito ideado para compartir pruebas de material, consejos y astucias que conviertan la estancia en la Naturaleza en momentos seguros y placenteros. Archivos
Mayo 2023
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